“Aún Hay Luz: La Historia de Marta y Samuel”

“Aún Hay Luz: La Historia de Marta y Samuel”

Era martes. Marta había pasado la mañana limpiando casas ajenas mientras su hijo pasaba horas frente al televisor, solo, como siempre. El reloj marcaba las cinco y aún no había preparado nada para cenar. En realidad, no tenía ganas. Hacía semanas que la tristeza se le había pegado al cuerpo como humedad.
.
.
.

—Mamá, ¿me ayudas con la tarea? —preguntó Samuel, de 9 años, entrando con el cuaderno abierto.
—Ahora no, hijo. Estoy muy cansada.

Samuel bajó la mirada, cerró el cuaderno y se fue sin hacer ruido.

Marta se sentó en el sofá y se cubrió la cara con las manos. Sentía que estaba fallando en todo: en ser madre, en sostener la casa, en vivir.

Una hora más tarde, llegó un mensaje de su hermana:
”¿Todo bien? Hace días que no contestas.”

Marta miró el teléfono sin responder. No tenía ganas de hablar. No quería decir que le dolía todo. Que sentía que se hundía. Que ya no encontraba motivos ni para levantarse.

—Mamá, ¿puedo decirte algo? —dijo Samuel, apareciendo de nuevo.
—Dime, hijo.
—Hoy la profe nos pidió que dibujáramos a nuestro héroe… y te dibujé a ti. Con una capa y todo.

Marta lo miró, incrédula.

—¿A mí? ¿Por qué?
—Porque aunque estás cansada, siempre estás aquí. Porque me das besos antes de dormir, y porque no te rendiste cuando papá se fue.

Ella tragó saliva. El corazón le dio un vuelco.

—¿Eso sientes tú?
—Claro. ¿Tú no lo sabías?

No. No lo sabía.

A veces el dolor grita tanto dentro que no deja oír lo que de verdad importa.

Esa noche, después de acostar a Samuel, Marta se sentó a escribirle un mensaje a su hermana:
“No estoy bien. Pero quiero estarlo. ¿Podemos hablar mañana?”

También escribió otro, que no se atrevió a enviar:
“Hoy casi no digo nada. Pero mi hijo me recordó quién soy. Y que aún estoy a tiempo.”

Al día siguiente, fue a buscar ayuda. No fue fácil. Lloró. Se sintió avergonzada. Dudó. Pero no se rindió.

—¿Por qué has venido? —le preguntó la psicóloga.
—Porque estoy cansada de fingir que todo está bien. Y porque… ayer, por un momento, recordé que aún hay algo de luz en mí.

La terapeuta asintió en silencio.

—Eso basta para empezar.

Semanas después, Marta empezó a reír de nuevo. No siempre, pero a veces. Se sorprendía cantando mientras cocinaba. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que no era solo una sombra en su propia vida.

Una tarde, mientras caminaban por el parque, Samuel la tomó de la mano y le dijo:

—Mamá, ahora sí pareces una superheroína de verdad.

Marta lo miró y sonrió. No con esa sonrisa cansada de antes, sino con una sonrisa limpia, de esas que nacen desde adentro.

—Gracias por no dejar que me olvidara de mí —le dijo.

Samuel, sin entender del todo, solo apretó más fuerte su mano.

Y así, sin fuegos artificiales ni grandes gestos, Marta volvió. No a la que era antes, sino a una versión más valiente, más honesta, más viva.

Related Posts

Our Privacy policy

https://rb.goc5.com - © 2025 News