ÚLTIMA HORA ¡Hace apenas unas horas se produjo un tremendo incendio!

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Un catastrófico terremoto de magnitud 7,7 golpeó sin previo aviso cerca de la frontera entre China y Myanmar esta madrugada, dejando destrucción en varios países y sumiendo a millones de personas en el caos. En cuestión de minutos, tranquilos pueblos de montaña se convirtieron en campos de escombros, las carreteras se abrieron como platos rotos y familias aterrorizadas huyeron a la oscuridad con solo la ropa que llevaban puesta.

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El terremoto, descrito por los sismólogos como “superficial y violento”, se produjo justo después del amanecer, con su epicentro ubicado a menos de 10 kilómetros bajo la superficie, lo suficientemente superficial como para causar daños masivos en toda la región. El Servicio Geológico de Estados Unidos confirmó la ubicación del temblor cerca de la frontera entre la provincia china de Yunnan y el norte de Myanmar, una zona conocida por su inestabilidad sísmica.

En las localidades más cercanas al epicentro, el temblor fue tan intenso que edificios enteros se derrumbaron en segundos. Imágenes satelitales revelaron posteriormente barrios enteros reducidos a polvo. Muros de hormigón se derrumbaron como arena, las carreteras se retorcieron en cicatrices irregulares y los puentes simplemente desaparecieron. Las primeras réplicas se produjeron en cuestión de minutos, con la fuerza suficiente para derribar lo poco que aún quedaba en pie.

En Yunnan y el estado de Shan, cundió el pánico al fallar las redes eléctricas y las comunicaciones. Los supervivientes salieron a las calles descalzos, agarrando a sus hijos y familiares ancianos, buscando desesperadamente un espacio libre. Testigos informaron de oleadas de temblores tan fuertes que los coches rebotaron contra el pavimento y los cristales estallaron de las ventanas.

En Chiang Rai y Chiang Mai, Tailandia, a cientos de kilómetros del epicentro, los residentes despertaron con paredes temblando y lámparas de araña balanceándose. “Sentía como si el suelo respirara”, dijo un testigo. “Corrimos afuera, pero el temblor seguía, largo y profundo. No paraba”.

Al amanecer, comenzó a revelarse la verdadera magnitud de la catástrofe. En la ciudad fronteriza de Lashio, en Myanmar, donde muchos edificios son antiguos y de ladrillo, bloques enteros fueron arrasados. Se confirmó la muerte de decenas de personas en cuestión de horas, y los hospitales locales, algunos de los cuales también sufrieron daños, se desbordaron de heridos. Los médicos atendieron a los pacientes en estacionamientos con linternas y lámparas de batería.

En el condado chino de Tengchong, los equipos de rescate lucharon por llegar a los residentes atrapados a través de las calles derrumbadas. Los informes describían a familias pidiendo ayuda desde debajo de losas de concreto, con voces débiles pero desesperadas. En un video viral que circula en las redes sociales chinas, se puede ver a un hombre cavando con las manos desnudas para liberar a un niño atrapado mientras otros gritaban pidiendo herramientas y linternas.

Las autoridades de los tres países movilizaron de inmediato unidades de respuesta a emergencias. En China, más de 5000 efectivos, incluyendo ingenieros militares y bomberos, fueron enviados a la región. En Myanmar, los equipos de rescate locales lucharon contra deslizamientos de tierra y carreteras dañadas, intentando llegar a aldeas de montaña completamente aisladas del mundo exterior. Helicópteros lanzaron agua y suministros médicos a zonas inaccesibles por tierra.

Aun así, la tarea sigue siendo abrumadora. “Estamos luchando contra el tiempo y el terreno”, declaró Li Wenhao, coordinador de emergencias chino. “Las réplicas son constantes, las carreteras están bloqueadas y las líneas de comunicación son inestables. Cada minuto cuenta”.

A media mañana, las agencias humanitarias se habían unido a los esfuerzos locales. La Cruz Roja lanzó un llamamiento urgente de ayuda internacional, advirtiendo que miles de personas probablemente resultaron heridas o desplazadas. Se estaban instalando refugios temporales en escuelas, estadios y campos abiertos, mientras los residentes, asustados, se negaban a volver a entrar en los edificios dañados.

En la ciudad de Baoshan, donde cientos de estructuras han sido declaradas inseguras, los supervivientes se acurrucaron bajo tiendas de campaña improvisadas, agarrando mantas y agua embotellada distribuida por voluntarios. El olor a polvo y fugas de gas impregnaba el aire. “Es como si el mundo se hubiera partido en dos”, declaró una mujer a los periodistas, sosteniendo a su hijo pequeño. “En un momento estábamos desayunando. Al siguiente, todo se derrumbó”.

Los datos satelitales analizados por la Agencia Espacial Europea mostraron una importante deformación del terreno que se extiende a lo largo de la región fronteriza entre China y Myanmar, un claro indicio de un deslizamiento tectónico masivo. Los geólogos advierten que dicho desplazamiento podría desencadenar mayor actividad sísmica en los próximos días, especialmente a lo largo de la falla de Sagaing y la falla del Río Rojo, dos de los sistemas de fallas más activos del sudeste asiático.

“Esta región siempre ha sido frágil”, declaró la Dra. Amara Thipchai, geofísica residente en Bangkok. “La energía liberada hoy fue enorme, pero la tensión podría transferirse fácilmente a las fallas adyacentes. Es probable que veamos más réplicas, posiblemente graves, en los próximos días”.

La reacción internacional fue rápida. Naciones Unidas expresó sus condolencias y ofreció ayuda de emergencia, mientras que los países vecinos se preparaban para enviar equipos de rescate y suministros. El Ministerio de Gestión de Emergencias de China calificó el desastre como “uno de los eventos sísmicos más graves de la década” y ordenó el despliegue inmediato de helicópteros de carga pesada.

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