*Un millonario vio a una criada bailando con su hijo en silla de ruedas; sus acciones dejaron a todos asombrados…
Mijaíl Kovalchuk, un famoso empresario y multimillonario, regresó inesperadamente a casa a media tarde, incluso con sus guardaespaldas. Normalmente solo llegaba tarde por la noche o incluso dormía en la oficina. Pero hoy, otro negocio fallido lo retrasó y una extraña y persistente ansiedad. La casa estaba en silencio; pasó junto a la sala de estar, a punto de subir las escaleras, y se detuvo de repente.

De ella emanaba una música melodiosa, una suave melodía clásica, casi inaudible, como si alguien la hubiera puesto no para crear ruido de fondo, sino para sentirla. Abrió la puerta y se quedó paralizado. En medio del espacioso salón, entre los muebles antiguos y la chimenea, una joven con un uniforme sencillo hilaba y bailaba. Era Natalka, la criada a la que apenas había visto en la casa. Новый сервер в Амазинг
Pero no bailaba sola. En sus brazos estaban las manos de su hijo, Levko, que estaba sentado en el cochecito. Sonreía con sinceridad, no forzada ni grosera como lo hacía con su tutor o su psicólogo, sino como lo había hecho antes, antes del accidente. Natalka guió a Levko a bailar, girando lentamente, inclinándose hacia él, ahora con las manos en alto, como si llevara la vida.
Su rostro estaba radiante, sus ojos brillaban de alegría. Parecía que en esos momentos se había olvidado de sus piernas, del cochecito y del dolor. Era solo un niño riendo junto a una mujer adulta. Mikhail permaneció allí, inmóvil. TE PUEDE INTERESAR
¿Hay algo que se remueve en su interior, algo olvidado? No sabía qué lo impactó más, si la risa de Levko o la enorme emoción que este momento le despertó. Natalka no reconoció al anfitrión de inmediato. Pero en cuanto se dio la vuelta, se quedó paralizada. La música seguía sonando, pero sus ojos estaban llenos de preocupación. Se levantó lentamente, apoyó la mano del chico en el reposabrazos del coche y dio un paso atrás. Mikhail dio unos pasos hacia adelante con la voz entrecortada: “¿Qué pasa?”