¡Una militar entra al hospital embarazada! Al nacer un niño, el médico queda en shock y pierde el conocimiento.

¡UNA MILITAR ENTRA EMBARAZADA al hospital! Cuando nace un niño, el médico se queda en shock y pierde el conocimiento.

Nos hemos duchado en el mismo vestuario. Hemos estado juntos todo el tiempo. Es imposible que sea mujer. De acuerdo. Y Christian, con el rostro aún contraído por el dolor, tartamudeó: «Tiene razón, doctor. Soy un hombre. Siempre lo he sido». Philip estaba aún más confundido. Se secó la frente sudorosa y volvió a acercarse al estómago de Christian. Lo tocó con suavidad, y allí estaba otra vez, otra patada. Una patada fuerte y muy real. Fabian dio un paso adelante y dijo, casi intentando convencerse a sí mismo: «Eso

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no es un bebé, doctor. No puede ser. Es imposible». El Dr. Phillip respondió, casi como si hablara consigo mismo. Entonces explícame: “¿Cómo es que tu amiga tiene algo pateando en el estómago? ¿Eh? Así es exactamente como se ve una mujer embarazada al final del embarazo”. Fue en ese momento que el médico tomó una decisión. Tenía que actuar. Hagamos una ecografía ahora mismo. Necesitamos ver qué hay en el estómago de Christian de inmediato. Tenemos que averiguar qué es.

El médico empezó a empujar la camilla a toda prisa, y Christian gritó: “Doctor, ¿de verdad cree que es necesario? No estoy embarazada, eso seguro”. Sin dudarlo, Philip respondió: “Estés embarazada o no, Christian, necesitamos saber qué es esto, y la ecografía es la única manera”. Fabián frunció el ceño y Christian soltó otro grito de dolor. “Bueno, apúrate, doctor. No aguanto más este dolor”, dijo el joven soldado. Y así, los tres recorrieron los pasillos del hospital. El misterio crecía a cada paso, mientras los sonidos del hospital parecían susurrar preguntas que nadie podía responder. Mientras caminaban, el doctor reflexionaba. Por mucho que intentara mantener la razón, el Dr. Phillip no podía quitarse de la cabeza la idea que le martilleaba la mente. Quería creer en otra explicación. Buscó desesperadamente una justificación que no implicara el embarazo de un joven. Pero no había escapatoria. Todo apuntaba a un embarazo. El tamaño del vientre de Christian, los movimientos internos, las patadas, todas las señales estaban ante sus ojos. El único problema era que no era una joven embarazada. Era un joven embarazado. Un hombre con todos los rasgos biológicos masculinos. Sin embargo, su enorme barriga decía lo contrario. En la sala de ultrasonidos, el ambiente parecía más frío de lo habitual. El silencio era denso, casi sofocante. Philip se acercó a la camilla, respiró hondo, cogió el tubo de gel y comenzó a extender la sustancia transparente sobre el vientre de Christian. El soldado se encogió un poco al sentir el frío contacto, pero no dijo nada. Simplemente cerró los ojos, intentando soportar otra oleada de dolor. El obstetra sacó el transductor del aparato y miró a los dos soldados con semblante serio. “¿Están listos para ver qué hay dentro?”, preguntó en voz baja, como si temiera la respuesta. Christian se estremeció. No respondió. Simplemente se mordió los labios y mantuvo los ojos cerrados. Fabián, en cambio, estaba impaciente e inquieto. Hágalo, doctor. Por favor, acabemos con esto de una vez. Pero le digo que no es un bebé. No puede ser. Esto es una locura. El Dr. Philip no dijo ni una palabra. Simplemente colocó el transductor sobre el estómago de Christian y la imagen empezó a aparecer en el monitor. Al principio, era solo una sombra borrosa. Pero en cuestión de segundos, lo que apareció en la pantalla casi hizo que el médico perdiera el equilibrio. Tuvo que agarrarse a la camilla. Tenía los ojos como platos y la mandíbula desencajada. Allí, justo en la pantalla, dos cuerpecitos tomaban forma. Dos bebés, gemelos. ¡Dios mío!, susurró Philip. Fabian se acercó con la mirada un poco confundida. ¿Qué es eso? No es lo que creo, ¿verdad? Philip asintió lentamente, todavía en shock. En efecto. Fabian. Christian está realmente embarazado y con gemelos. Fabian se llevó la mano a la boca, sin poder contener la sorpresa. Conocía bien esas imágenes del monitor. Había visto las ecografías de su esposa. Sabía identificar a un bebé a partir de una ecografía. Y esas imágenes, por disparatadas que parecieran, eran reales. Eran bebés que se movían con latidos, con brazos y piernas, con vida. Chestian estaba realmente embarazado. El joven soldado, por su parte, yacía en la camilla, negando repetidamente con la cabeza. No, no, no. No puedo estar embarazado. No es posible. Sé que me pasa algo, pero no es eso. El Dr. Philip respondió con firmeza, sin apartar la vista del monitor. La ecografía no miente, Christian. Muestra exactamente lo que hay dentro de ti. Y lo que muestra son dos bebés. Dos bebés grandes. Estás embarazada. No se puede negar. Pero antes de que nadie pudiera reaccionar, Christian soltó un grito. Un grito más fuerte que todos los anteriores. Su cuerpo se dobló sobre la camilla. Sus manos se apretaron con fuerza contra los costados y sus ojos se abrieron de dolor. De repente, un líquido amarillento empezó a gotear por el borde de la camilla y al suelo.

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