La luz en la oscuridad: La historia del pez diablo

La luz en la oscuridad: La historia del pez diablo

—Papá… ¿es una criatura de verdad?
—Sí, Emma. Aunque parezca un monstruo.
La niña miraba fijamente la maqueta del museo de ciencias. Era un pez de cuerpo redondo, piel gruesa como el carbón, una boca enorme llena de dientes torcidos… y algo colgando de su cabeza.
—¿Y eso es lo que cuelga de ti? ¿Es una antena?.

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—Algo así. Es una parte de tu cuerpo que genera su propia luz.
—¿Como una lámpara?
—Exactamente. En la oscuridad más profunda del océano… se ilumina sola.
Un guía del museo se acercó, escuchando la conversación.
—Se llama Melanocetus —dijo—. Pero todos lo conocen como el negro.
—¿Por qué tan feo? —preguntó Emma sin ánimo de ofender.
—Porque ella no necesita la belleza. Él solo necesita sobrevivir.
Y en las profundidades del océano, la belleza no sirve de nada.
Lo que importa… es ver sin ser visto. El padre se inclinó junto a su hija.
—¿Ves esa luz? La usa para atraer a su presa. En el fondo del mar, no hay sol. No hay luna. Solo oscuridad. Pero ella… brilla.
Emma se quedó callada. Entonces él susurró:
— Así que… es como un faro en un mundo sin barcos.
El guía turístico sonrió.
—Nunca lo habían dicho así. Me encanta.
—¿Y qué hay de los machos? —preguntó el padre, leyendo la placa—. Dice algo extraño aquí…
— Ah, sí. Eso es lo más asombroso.
El pez diablo macho es diminuto. Muy diminuto. No tiene luz, ni dientes, ni vida propia desde hace mucho tiempo.
—¿Y qué hace?
—Busca una hembra así… y cuando la encuentra… se funde con ella. Literalmente.
Emma ha abierto los ojos.
—¿Cómo se funde?
—Se pega a su piel. Su cuerpo se está disolviendo. Pierde los ojos, las aletas… todo. Es como una mancha. Y vive pegado a ella. Se alimenta de su sangre.
A cambio… le da semen. Para que ella pueda poner huevos cuando lo necesite.
— ¿Eso es amor?
La pregunta quedó en el aire.
El padre dudó.
— No lo sé, hija. Pero es… entrega total.
— ¿O dependencia? — añadió el guía, arqueando una ceja.
— ¿Y se queda sola con su luz? — preguntó Emma.
— Sí. Todo el tiempo sola. Flotando en la oscuridad.
Pero sin necesitar que nadie brille.
La niña miró a la modelo una vez más.
— Papá…
— ¿Sí?
— ¿Crees que hay gente como ella?
— ¿Cómo?
— Que aunque todo esté oscuro… llevan la luz dentro.
La abrazó sin responder.
— ¿Y si nadie los ve? —Entonces tu luz es aún más importante —dijo la guía—. Porque no brilla para los demás. Brilla para no olvidarse de sí misma.
Esa noche, alguien subió una ilustración digital del pez diablo, con una simple frase:
“Donde vives no hay sol.
Pero aun así,
ella eligió brillar”.
Se volvió viral.
Y los comentarios llegaron en masa:
“Así me sentí toda mi adolescencia”.
“Soy esa mujer. Es oscura por fuera. Radiante por dentro”.
“La próxima vez que me llamen ‘difícil de amar’, les contaré esta historia”.
Y allí, en las profundidades del océano,
donde la presión rompe huesos
y el silencio reina,
ella simplemente se mantuvo a flote.
Con la boca abierta,
el cuerpo olvidado,
y esa antena brillante…
que nunca pidió permiso para ser sol.

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