El hombre de la montaña y la extraña muchacha
Elias Bun vivía solo en las montañas de Montana, apartado del mundo desde que la guerra le arrebató a su esposa y su hija. La soledad era su refugio y la naturaleza, su única compañía. Un día de invierno, tras varios días de caza, Elias regresó a su cabaña con un alce a cuestas, pero algo le inquietó: la puerta estaba entreabierta y humo salía de la chimenea.
Dentro, encontró a una mujer obesa, temblando de frío junto al fuego, con el rostro marcado por moretones y las manos cortadas. Su vestido estaba en harapos y apenas podía articular palabras. Elias, acostumbrado a proteger su soledad, sintió el impulso de echarla, pero algo en la mirada desesperada de la mujer le recordó a su familia perdida. En vez de expulsarla, le permitió quedarse, advirtiendo que partiría en primavera.

La fiebre y la hipotermia casi acaban con Clara Mayfield, pero Elias la cuidó con distancia y firmeza. Poco a poco, Clara recuperó fuerzas y comenzó a ayudar en la cabaña, cocinando, remendando ropa y organizando el pequeño espacio. Aunque apenas hablaban, la rutina compartida fue derritiendo el hielo entre ambos.
Durante una tormenta, Clara tarareó una melodía que Elias reconoció: su esposa solía cantarla. Por primera vez en años, Elias compartió algo personal y Clara supo que había encontrado una grieta en el muro de su anfitrión. Con el tiempo, ambos compartieron sus historias de dolor y abandono. Clara confesó que fue rechazada por su madre y humillada por un hombre que solo la cortejó por una apuesta cruel. Sin familia ni lugar a donde ir, huyó a las montañas con el dinero que su padre le dejó, perseguida por la codicia de su madre y su ex prometido.
Elias, al escuchar la verdad y ver la evidencia en el diario de Clara, se convirtió en su protector. Cuando los hombres de Peterson llegaron buscando a Clara y su dinero, Elias los enfrentó con valentía y astucia, defendiendo a la mujer que había traído luz a su existencia. Clara, temerosa de causar daño, intentó huir, pero Elias la siguió y la salvó de morir congelada, confesando que ella le devolvió las ganas de vivir.
La primavera llegó y, tras otro enfrentamiento con Peterson y sus hombres, la comunidad de montañeses se unió a Elias y Clara, reconociendo el valor y la verdad de la joven. Finalmente, Elias le propuso matrimonio, ofreciéndole un sencillo anillo de madera y una vida juntos lejos del juicio y la crueldad del pasado. Clara aceptó, y se casaron rodeados por la naturaleza y sus nuevos amigos.
El tiempo pasó y la cabaña se llenó de risas, trabajo comp