Chaski: El burro que enseñó dignidad
Potosí, Bolivia, 2018.
En las minas de Cerro Rico, muchos burros aún se usaban para cargar minerales pesados a través de estrechos túneles, sin ver la luz del sol durante años. Uno de ellos era Chaski: flaco, herido y con la mirada triste de quien ha vivido demasiado tiempo en silencio.
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Cuando una ONG llegó al lugar para liberar a los animales explotados, los mineros dijeron:
—Ese no sirve. Está viejo. Llévatelo si quieres.
Nadie esperaba que ese burro “inútil” pasara a la historia.
Fue adoptado por una pequeña escuela rural en las afueras de Potosí, como parte de un programa de concientización. Lo adoptaron como mascota de enseñanza… pero al llegar, Chaski no quería estar en el corral.
En cambio, iba a clase. Ella se acostaba junto a los niños mientras leían. Caminaba lentamente entre los pupitres. A veces se asomaba por la ventana… solo para escuchar.
Pero lo más asombroso vino después. Una mañana, cuando el maestro llegó temprano, encontró a Chaski esperando en la puerta… sin que nadie lo hubiera traído.
Y es que, como descubrieron, el burro había aprendido a recorrer poco más de dos kilómetros desde la casa del conserje hasta la escuela, todas las mañanas, justo antes de que sonara el timbre.
Sin atajos. Sin perderse.
Y regresaba a casa cuando sonó el timbre de salida.
A los niños les encantó. Lo leyeron en voz alta. Le escribieron cartas. Lo dibujaron. Y Chaski, con su andar cansado pero sereno, les enseñó algo que ningún libro jamás dijo:
-Que la dignidad no se pierde… aunque te traten como si no valieras nada.
Años después, Chaski fue nombrado “miembro honorario del profesorado”.
Y cuando murió de viejo, todo el pueblo salió a despedirlo.
Fue enterrado en el patio de la escuela, bajo un árbol donde solía dormir durante el recreo. Y junto a ese árbol, hay una piedra tallada con una frase que los niños votaron por unanimidad:
“No hablaba.
Pero nos enseñó a caminar con paciencia…
y a llegar siempre, incluso con el corazón roto”.