Crecí aprendiendo que necesitaba independencia, pero con cuidado y cariño. ¿Y dónde está tu hermana ahora?, preguntó Julia, siempre curiosa. Se graduó en música y da clases de piano en Puebla, mi ciudad natal. Respondió Teresa con orgullo. Siempre dice que la ceguera no la define, solo cambia la forma en que ve el mundo.
José notó como Teresa hablaba de la discapacidad de forma natural, sin lástima ni drama. Durante la tarde siguió observando. Vio a Teresa organizar los juguetes de Julia de una manera específica, siempre en los mismos lugares, para que la niña pudiera encontrarlos fácilmente. La vio adaptar juegos para que Julia participara por completo.

La vio ser firme cuando era necesario, pero siempre con amabilidad. Cuando Susana llegó de sus compras, el ambiente cambió de inmediato. Julia se puso tensa. Teresa se alejó discretamente y la casa, que minutos antes estaba llena de risas, se quedó en silencio.
“José, necesito hablar contigo sobre esa empleada”, dijo Susana durante la cena, cuando Julia ya estaba dormida. Está creando un lazo muy fuerte con la niña. Eso no es sano. ¿Por qué no? preguntó José genuinamente curioso. Porque Julia va a depender de ella y además Susana dudó. Una limpiadora no debería tener tanta influencia en la educación de una niña. José sintió que algo le molestaba profundamente en esas palabras.
Teresa parece tener buena preparación con niños especiales y Julia está más feliz de lo que la he visto en meses. Exacto, exclamó Susana. Se está encariñando demasiado. Cuando Teresa se vaya, Julia va a sufrir. ¿Quién dijo que Teresa se va a ir? Susana lo miró sorprendida. José, es temporal, una empleada. No podemos permitir que se vuelva esencial. Esa noche José no pudo dormir.
Caminó por la casa silenciosa y se detuvo frente al cuarto de Julia. La puerta estaba entreabierta y podía escuchar la respiración tranquila de su hija. Junto a la cama, en el buró, había una grabadora pequeña. Curioso, José apretó el botón de play. La voz de Teresa llenó el cuarto bajito.
Era hace una vez una niña valiente que veía el mundo de una forma muy especial. podía escuchar los colores del viento y sentir las formas de las nubes. José se dio cuenta de que Teresa había grabado cuentos personalizados para Julia para que la niña pudiera oírlos cuando quisiera. Cuentos donde la protagonista era una niña ciega que vivía aventuras increíbles, que era fuerte, independiente y amada. Cuéntame de qué ciudad y país estás viendo este video.
Voy a leer todos los comentarios. De regreso en su cuarto, José encontró a Susana poniéndose crema antiarrugas frente al espejo. “Susana, necesitamos hablar de nuestra familia.” Ella se volteó notando algo diferente en su tono. ¿Qué quieres decir? Cuando nos casamos, dijiste que querrías a Julia como si fuera tu propia hija.
Y la quiero protestó. Pero quererla no significa consentirla. Necesita aprender a vivir en el mundo real. José se sentó en la orilla de la cama, eligiendo sus palabras con cuidado. ¿Crees que gritarle y tratarla con impaciencia es prepararla para el mundo real? No grito”, empezó a decir Susana, pero se detuvo.
Los dos sabían que no era cierto. “Quiero que pienses en algo”, dijo José con suavidad. Antes de que llegara Teresa, Julia pasaba la mayor parte del tiempo encerrada en su cuarto con miedo de moverse por la casa. Ahora está aprendiendo, riendo, explorando. ¿Qué cambió? Susana no respondió, pero José vio algo pasar por sus ojos.
Tal vez culpa o tal vez solo molestia por ser cuestionada. Buenas noches, Susana. José se levantó y caminó hacia el cuarto de huéspedes. Necesito pensar en algunas cosas. Solo en la cama estrecha, José se preguntó cómo había permitido que su vida llegara a este punto, cuándo dejó de ver realmente a su hija? ¿Cuándo permitió que el trabajo consumiera todo su tiempo y energía? Y por qué le estaba tomando tanto darse cuenta de que Teresa Montes tal vez era lo mejor que le había pasado a su familia en años. Una semana después, José tomó una decisión que sorprendería
a todos. Canceló un viaje de negocios importante para quedarse en casa. “Pero José, el contrato de Guadalajara vale millones”, protestó Susana durante el desayuno. “No puedes simplemente no ir. Puedo y voy a hacerlo”, respondió calmado, sirviéndole jugo de naranja a Julia.
“Ramiro puede encargarse de las negociaciones, para eso tengo un equipo.” Julia sonrió al escuchar la voz de su papá a su lado. “Papi, ¿vas a quedarte en casa hoy?” “Me voy a quedar en casa toda la semana, pequeña.” Susana salió a sus actividades sociales visiblemente enojada. Y José tuvo su primera oportunidad real de observar la rutina de Julia y Teresa sin interrupciones.
Teresa llegó a las 7 de la mañana como siempre, pero esta vez encontró a José tomando café en la cocina. Buenos días, señor Márquez. No sabía que estaba en casa. ¿Le preparó el desayuno? Ya desayuné. Gracias, Teresa, ¿podemos platicar? Ella asintió algo nerviosa. Cuéntame de ti. ¿De dónde vienes? ¿Cómo llegaste a nuestra casa? Teresa se sirvió una taza de café y se sentó en la mesa de la cocina. Un gesto sencillo que José notó que nunca hacía cuando Susana estaba presente.