El Brindis de la Reina: La Caída del Imperio Villahermosa

El Brindis de la Reina: La Caída del Imperio Villahermosa

Capítulo 1: Una Mancha en la Dignidad

El sonido de la copa de vino tinto chocando contra mi vestido color crema fue lo único que se escuchó en el salón principal de la mansión Villahermosa. El líquido oscuro se extendió rápidamente por la tela de seda, manchando no solo mi ropa, sino mi dignidad frente a las cien personas más influyentes de la ciudad.

—¡Ay, perdón! —exclamó Jessica, llevándose una mano a la boca con una falsedad que daba náuseas—. No te vi ahí parada, Camila. Eres tan gris que a veces pareces parte del decorado.

Jessica no era una invitada cualquiera. Era la asistente personal de mi esposo, Rodrigo. Una asistente que viajaba con él, cenaba con él y, según los rumores, dormía con él. Allí estaba ella, en el 50 aniversario de la empresa familiar, vestida de un rojo fuego desafiante, aferrada al brazo de Rodrigo como si fuera la dueña del lugar.

Miré a Rodrigo esperando que me defendiera. Esperaba que recordara que yo era su esposa, la madre de sus hijos, la mujer que estuvo a su lado cuando no tenía nada. Pero él solo suspiró con fastidio.

—Por Dios, Camila, fíjate por dónde vas —dijo él, rompiéndome el corazón—. Jessica tiene razón, siempre estás estorbando. Vete a la cocina y límpiate. Das vergüenza. No quiero que los socios me vean contigo así.

—¿A la cocina? —susurré, con las lágrimas picando en mis ojos.

Mi esposo anunció su compromiso con su amante en Navidad... yo era la dueña de su empresa - YouTube

—Sí, a la cocina —intervino Jessica con una sonrisa triunfal—. Y de paso, dile al servicio que nos traigan más champán. Rodrigo y yo tenemos mucho que celebrar esta noche.

Me di la vuelta, con el alma hecha pedazos. Mientras me alejaba, escuché a Rodrigo susurrarle a su amante: “Paciencia, mi amor. En una hora mi padre anunciará mi ascenso. Mañana mismo le pido el divorcio a esta inútil y nos vamos a París”.

Se equivocaban. Ellos pensaban que yo era la esposa tonta que no sabía de negocios. No sabían que la verdadera dueña del tablero no estaba en el escenario, sino que acababa de entrar por la puerta de servicio para ejecutar una jugada maestra preparada durante cinco años.


Capítulo 2: El Pacto en la Sombra

Entré en la cocina. El caos de los camareros me dio un momento de paz. Me acerqué al fregadero, pero el vestido estaba arruinado.

—Señora Camila, ¿está bien? —preguntó María, la jefa de cocina, con preocupación.

—Un accidente, María. Nada importante.

—Don Fernando la busca —susurró ella—. Está en su despacho privado. Quiere verla antes del discurso.

Subí las escaleras de servicio. Don Fernando, mi suegro y fundador del imperio, era un hombre duro. Al principio pensé que me odiaba por no ser de cuna noble, pero él veía cosas que su hijo ignoraba. Al entrar en su despacho, lo encontré mirando una foto antigua.

—Camila, siéntate —dijo con su voz de trueno—. ¿Qué le pasó a tu vestido?

—Jessica —respondí simplemente.

Don Fernando apretó la mandíbula. —Esa mujer es un parásito y mi hijo un imbécil por faltarte al respeto. Rodrigo cree que hoy heredará el mundo.

—Él dice que tendrá el control total —añadí—. Y que me echará a la calle mañana.

Don Fernando soltó una risa seca. —Rodrigo siempre ha tenido la boca más grande que el cerebro. Camila, tú has sido la única leal. ¿Quién cubrió anónimamente el desfalco de las criptomonedas en 2019 con sus ahorros? ¿Quién organizó los libros para evitar la cárcel mientras él estaba en las Bahamas?

—Fui yo —dije en voz baja.

—Exacto. Eres la columna vertebral de esta familia. Es hora de dejar de ser la sombra.

Abrió un cajón y sacó una carpeta azul. —¿Estás lista?

Recordé la risa de Jessica y el desprecio de Rodrigo. Alisé mi vestido manchado y lo miré a los ojos. —Estoy lista, Don Fernando.


Capítulo 3: La Coronación

Bajamos juntos por la escalera principal. La música se detuvo. Rodrigo estaba en el centro de la pista con un micrófono, listo para su gloria. Al vernos, frunció el ceño.

—Papá, te esperábamos. Camila, te dije que te quedaras en la cocina. Arruinas la foto.

Don Fernando le quitó el micrófono con un movimiento autoritario. —Buenas noches a todos. Celebramos 50 años de legado. Mi hijo Rodrigo ha esperado este momento toda su vida.

Rodrigo infló el pecho, saludando a la multitud. —Gracias, papá. Prometo que…

—¡Silencio! —tronó Don Fernando—. Dije que has esperado, no que lo mereces. Para dirigir este imperio se necesita integridad y respeto. Cualidades que mi hijo no tiene. Has traído a tu amante a mi casa y has humillado a tu esposa, una mujer que vale cien veces más que tú.

El salón quedó en un silencio sepulcral.

—Has gastado dinero de la empresa en lujos para esta mujer —señaló a Jessica con desprecio— mientras los balances sangraban. Pero lo más importante es: ¿quién es el dueño de todo esto? Rodrigo cree que la empresa pasará a él, pero olvidó leer la letra pequeña del rescate de 2019.

Rodrigo palideció. —¿El rescate? Dijiste que era dinero tuyo.

—Yo no tenía liquidez, Rodrigo. El dinero vino de un inversor externo anónimo que, a cambio del capital, exigió el 51% de las acciones y el control de todos los activos, incluida esta mansión.

—¿Quién es el dueño? —gritó Jessica, perdiendo la compostura.

Don Fernando sonrió como un depredador. —La dueña es la mujer a la que acabas de tirarle vino encima.


Capítulo 4: El Jaque Mate

Doscientas cabezas se giraron hacia mí. Caminé hacia el centro de la pista. Ya no me importaba la mancha; me sentía más alta que nunca.

—Tengo mi herencia, Rodrigo —dije al micrófono—. La de mi abuela, esa que siempre despreciaste. Invertí sabiamente mientras tú jugabas a ser millonario. Puse el dinero a través de una sociedad anónima para proteger la empresa de tu incompetencia.

Rodrigo temblaba. —¿Entonces… tú eres mi jefa?

—No —respondí con frialdad—. Soy la dueña. Y como dueña mayoritaria, Jessica, estás despedida y vetada de cualquier propiedad de Grupo Villahermosa. Sal de mi casa ahora mismo.

Jessica miró a Rodrigo buscando ayuda, pero él estaba paralizado.

—Y tú, Rodrigo —continué—. ¿Querías el divorcio mañana? Te concedo el deseo. Pero como estamos casados por separación de bienes y todo está a nombre de la sociedad que yo controlo, te irás con lo puesto. Tienes 30 minutos para hacer una maleta.

Rodrigo intentó acercarse, pero Don Fernando se interpuso con su bastón. —Vete antes de que llame a la policía por malversación. Te doy una salida elegante solo por el apellido. No la desperdicies.


Capítulo 5: La Justicia se Sirve Fría

Rodrigo miró a los invitados, que ahora lo observaban con burla. —Vámonos, Jessica —murmuró derrotado.

—¿Irnos? —Jessica se soltó de su brazo—. ¿A dónde? Me dijiste que eras millonario, que iríamos a París.

—No tengo nada —gritó él.

—¡Entonces púdrete! —Jessica le dio una bofetada sonora ante todos y salió corriendo del salón, dejándolo solo.

Rodrigo caminó hacia la salida arrastrando los pies. Por orden de Don Fernando, la orquesta comenzó a tocar una pieza alegre. De repente, todos los invitados querían ser mis amigos. Los ignoré. Esa noche, brindé con champán en la cabecera de la mesa.

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