El hombre del puente: Un encuentro que cruzó almas

El hombre del puente: Un encuentro que cruzó almas

Cada mañana, al cruzar el puente que conectaba el barrio residencial con el centro, Clara veía al mismo hombre: sucio, con la ropa rota, los zapatos destrozados y una barba tan espesa como su silencio.
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Siempre estaba sentado en el mismo banco, mirando el río. No pedía nada. No molestaba a nadie. Simplemente… estaba.
Alguien le dejó un café. Otros, una moneda. Muchos simplemente apartaron la mirada.
Un día, Clara llegó tarde al trabajo y, sin darse cuenta, dejó caer su cuaderno de dibujo justo al lado del hombre. Dio unos pasos, pero él la llamó:
—Señorita… ¿es suyo?
Se detuvo. Nadie lo había oído hablar antes. Volvió sobre sus pasos.
—Sí… gracias.
—¿Dibujas?
—Lo intentaré —respondió, un poco nervioso.
Pasó unas páginas antes de devolvérselo.
—Tienes buen ojo… pero dibujas con miedo.
Clara frunció el ceño.
—¿Miedo?
—Sí. Te esfuerzas tanto por hacerlo bonito… no dejas que sea verdad.
Ella lo miró con incredulidad. ¿Qué iba a saber él?
—¿Y cómo lo sabes?
—Antes de sentarme en este banco todos los días… era profesora de arte. En la universidad. Hasta que la vida decidió enseñarme lo contrario.
Clara se quedó sin palabras. No por duda, sino porque algo en su tono no pedía compasión… respeto.
—¿Puedo enseñarte algo? —preguntó.
—¿Ahora?
—¿Tienes cinco minutos?
Ella dudó, pero asintió. Él se sentó a su lado, sacó su cuaderno y le pidió que dibujara el puente, pero sin mirar el papel.
—Siente la trama. No la controles. Deja que el lápiz hable sin miedo.
Clara obedeció. El resultado fue incómodo… pero yo vivo.
—¿Lo ves? —dijo el hombre—. A veces, lo imperfecto es lo más honesto que tenemos. Desde ese día, Clara cruzaba el puente diez minutos antes cada mañana. A veces, no dibujaban. Solo hablaban. De pintura. De música. De la vida.
Un día, él se fue. El banco está vacío. Ni rastro de ella. Solo un sobre debajo del banco, con tu nombre escrito.
Dentro, un dibujo. Hecho con carbón. Era ella, sentada en el banco, dibujando con los ojos cerrados.
Y una nota:
“Gracias por no apartar la mirada. A veces los puentes no solo cruzan ríos… también cruzan almas.”
– Mateo
Meses después, Clara realizó su primera exposición. En el centro de la galería, bajo una luz cálida, colgaba el retrato que él le dejó.
Título:
“El hombre del puente”
Y debajo está escrito a lápiz:
“Todos llevamos dentro a alguien que espera ser visto, no juzgado.”

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