“El Secreto Tras la Herencia: La Verdadera Historia de Diane”
Antes de morirse, mi padre echó a mi madrastra de la casa. Todos pensábamos que quería proteger nuestra herencia… pero lo que estaba ocultando era mucho más inquietante.
Soy el menor de tres hermanos. Mi madre murió cuando yo apenas contaba con un año de vida. Tres años después, mi padre se volvió a casar. Su nueva esposa era una mujer dulce, callada, con un nombre tan suave como su voz: Diane.
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Diane me crió como si fuera sangre de su sangre — me alimentaba, me llevaba al colegio, celebraba todos y cada uno de mis cumpleaños. Para mí, ella era simplemente “Mamá”. Pero mis dos hermanos mayores nunca le dieron ese lugar. Siempre la señalaron como “la madrastra”. Y repetían, casi como advertencia, que no debía confiar en ella.
Durante un tiempo, sus voces se filtraron dentro de mí. Llegué a hacerle daño… una vez, incluso, corté su ropa a escondidas. Pero un día la vi llorando, sola, en silencio. Me quebré. También lloré. Supe, en lo más profundo, que aunque no fuera mi madre de sangre, ella jamás me había dado nada que no fuera amor puro. Desde entonces la llamé “Mamá Diane” y nunca más dudé.
Los años corrieron. Mis hermanos se fueron de casa. Solo quedábamos mi padre, Diane y yo.
Pero entonces llegó el principio de este año. Como un rayo en un cielo claro, mi padre cayó gravemente enfermo… Y algo en él cambió. Cambió hacia Diane. Un día, en medio del salón, rompió el silencio con una furia inesperada y la echó de casa. Diane no levantó la voz. No pidió nada. Solo esperó… en silencio… a que él recuperara la calma.
Un mes después, nos citó a todos para una reunión familiar. Llegué tarde. Mucho. Al entrar, la escena me congeló. Diane estaba empacando sus cosas. Y entonces, la voz de mi padre retumbó: «No somos nada. Lárgate.» Me quedé paralizado. Diane me miró… con una tristeza infinita que no necesitó palabras… y desapareció.
Dos semanas después… murió.
Diane regresó solo para el funeral. Luego, como un suspiro… volvió a desvanecerse. Mis hermanos estaban convencidos: mi padre la había expulsado para proteger lo suyo, lo nuestro, de sus manos codiciosas. Para defender la herencia.
Pero unas semanas más tarde, me reuní con el notario de mi padre…
Y lo que descubrí fue algo que cambiaría mi mundo para siempre.