En el funeral de un bebé, un pastor alemán comenzó a ladrar: lo que se encontró en el ataúd sorprendió a todos.
Una mañana brumosa envolvía el cementerio de Baikove en Kiev. El silencio, roto solo por sollozos, se cernía sobre las tumbas.
Un perro llamado Grom, un viejo pastor alemán, ladró repentinamente junto a un pequeño ataúd blanco. Sus ojos ansiosos miraban fijamente la tapa de madera. Los padres del bebé, Iván y Elena, se quedaron paralizados de horror. Grom, un ex perro policía, nunca se equivocaba.
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¿Qué se escondía en el ataúd de su hijo? El ladrido de Grom despertó una verdad inesperada. Unas 50 personas se reunieron en el cementerio de Baikove en Kiev para despedir a Maxim, de seis meses, el hijo de Iván y Elena. La niebla se extendía entre las tumbas y una vieja capilla se alzaba sobre los árboles.
Iván, inspector jefe de la policía de Kiev, estaba junto al ataúd, con el rostro inundado de dolor. Elena, vestida de negro, se aferraba a su mano. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Grom, su fiel perro, yacía a los pies de Iván. ¡LLEGÓ EL NUEVO MEME!
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Este pastor alemán, jubilado por una lesión, formaba parte de la familia. Amaba a Maxim, cuidaba su cuna, pero tras la muerte del bebé, se volvió letárgico. Hoy, Grom estaba inusualmente inquieto. Tenía las orejas erguidas.
Olfateó el ataúd; Iván lo notó, pero lo atribuyó al dolor. El funeral había comenzado. El padre Nikolai leyó las oraciones. Pero Grom empezó a gemir, sus movimientos se volvieron bruscos.
Elena susurró: “¿Qué le pasa?”. Iván se encogió de hombros, intentando calmar al perro. Pero Grom no se detenía…