“Manos de Esperanza: La Historia de Rubén y Don Aurelio”
—¿Si arreglo el tractor, me dará trabajo? —le dijo el mendigo al mendigo.
Al día siguiente, el sol del mediodía castigaba sin piedad los campos de Jalisco, convirtiendo la tierra en un espejo de fuego que reflejaba el cielo despejado.
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Don Aurelio Mendoza se quitó el sombrero de palma y se secó el sudor de la frente mientras contemplaba el viejo tractor John Deere, que llevaba tres semanas sin funcionar.
A sus 62 años había visto muchas cosechas, pero esta sequía amenazaba con ser la peor de su vida.
—Maldito cachorro —masticó entre dientes, pateando la llanta trasera—. Sin ti no puedo preparar los campos para cuando lleguen las lluvias.
La finca Los Nogales se extendía por 200 hectáreas de tierra fértil, heredada de su padre y del abuelo paterno.
¿Pero de qué servía toda esa tierra si no se podía trabajar?
El mecánico del pueblo había venido dos veces y solo había conseguido vaciar su cartera sin arreglar nada. Desde la sombra de una mezquita cercana, una figura delgada observaba la escena.
Rubén Castillo tenía 35 años, pero las calles le habían añadido una década más a su rostro bronceado y marcado por la vida.
Llevaba tres días sin comer nada decente, sobreviviendo con tortillas duras que le daban en el pueblo y agua de pozos públicos.
Su ropa estaba sucia y rota, pero sus ojos conservaban un brillo de determinación que ni siquiera la pobreza había podido apagar.
En sus manos callosas llevaba una bolsa de tela desgastada que contenía sus únicas pertenencias: algunas herramientas oxidadas que había logrado conservar de sus mejores días.
Rubén llevaba 10 años como mecánico industrial en Guadalajara.
Tenía su propio taller, una casa pequeña pero digna y una esposa que lo esperaba cada noche con una sonrisa.
Pero una serie de decisiones equivocadas, deudas acumuladas y, finalmente, el abandono de su esposa lo habían llevado a perderlo todo.
Ahora vagaba de pueblo en pueblo buscando cualquier trabajo que le permitiera sobrevivir un día más. Notó que la caída forcejeaba con el capó del tractor y algo dentro se movió.
Reconoció ese modelo.
Había trabajado con máquinas similares muchas veces.
Podía oír el problema desde donde estaba.
El motor hizo un ruido distintivo que indicaba problemas con la bomba de combustible.
Durante varios minutos, Rubén dudó.
Había aprendido que la gente desconfía de los vagabundos, especialmente en estas tierras donde todos se conocían desde hacía generaciones.
Pero el hambre era más fuerte que el orgullo y la oportunidad era demasiado tentadora como para dejarla pasar.
Se acercó lentamente, arrastrando los pies sobre tierra firme… 👉 Haz clic en el enlace azul del primer comentario para leer la continuación completa y emocionante de la historia, ya que es muy larga y no puedo publicarla aquí.
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✨ ¡Te deseo un día maravilloso, lleno de alegría y felicidad!