Su apartamento se venderá, compraremos una casa en Guélendjik », oyó Macha decir a su suegra mientras hacía planes.

Su apartamento se venderá, compraremos una casa en Guélendjik », oyó Macha decir a su suegra mientras hacía planes.

— « El apartamento es perfecto », continuaba la voz de la mujer desde la cocina, algo amortiguada.
— « La renovación es reciente, el barrio agradable. Y lo más importante: los papeles están impecables… »

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Macha se detuvo en seco en el pasillo. Acababa de llegar del trabajo, sin siquiera haber tenido tiempo de quitarse el abrigo. Tamara Petrovna había “pasado a revisar las plantas”, ya que Macha y su marido, Serguéi, debían salir de viaje unos días.

— « Sí, sí, ya he revisado todo », seguía Tamara. — « Es el momento justo. Ellos se irán de vacaciones y nosotras podremos finalizarlo todo con calma… »

El radiador crujió con un golpe seco en la entrada.
Macha dio un salto y se apresuró a entrar en la habitación. Le temblaban las manos mientras desabrochaba su abrigo.
Su teléfono vibró en el bolsillo: era Serguéi.

— « ¿Aló? » —murmuró casi sin voz.
— « ¿Por qué hablas tan bajo? » —se sorprendió su marido. — « ¿Está mamá ahí? »
— « Sí… está aquí… hablando con alguien. »
— « Seguramente con la tía Liuda. Charlan todas las noches. Oye, quería decirte… »

Pero Macha ya no escuchaba. Desde la cocina, la voz de Tamara resonó nuevamente:
— « En Guélendjik hay muy buenas oportunidades. Solo hay que actuar antes de la temporada… »

Macha se refugió en el baño, abrió el grifo para simular que se lavaba y se apoyó contra la pared. Tenía que pensar. Tamara siempre había sido distante, casi fría. Nunca daba consejos, nunca se entrometía.
« ¿Y si ese era precisamente su plan? », pensó Macha. « Esperar el momento oportuno… »

— « ¿Machenka, ya llegaste? » —la voz de su suegra sonó detrás de la puerta. — « Solo hablaba con una amiga… »
— « Sí, sí, ya salgo », respondió Macha secándose el rostro.

En la cocina, Tamara regaba meticulosamente las plantas.
— « ¿Quieres té? », preguntó con calma. — « Iba a preparar un poco. »
— « No, gracias », dijo Macha sentándose al borde de la silla. — « ¿Hace mucho que llegaste? »
— « Apenas treinta minutos », respondió Tamara. — « Solo quería asegurarme de que todo estuviera en orden antes de su viaje. A propósito de las vacaciones… »

El teléfono vibró sobre la mesa. Tamara echó un vistazo a la pantalla:
— « Perdona, tengo que contestar. Es importante. »

Salió al pasillo, hablando en voz baja, pero Macha alcanzó a oír:
— « Sí, ya lo he comprobado. Tres habitaciones, recién renovado… No, los propietarios aún no lo saben… »

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Macha.
¿Tres habitaciones? ¡Era su apartamento!
El mismo que había comprado tres años antes de casarse.

El descubrimiento

Esa noche, después de que su suegra se marchara, Macha se sentó frente al ordenador y escribió en un buscador:
« ¿Se puede reclamar judicialmente el apartamento de una nuera? »

Aparecieron decenas de resultados.

— « ¿Qué buscas? » —preguntó de pronto Serguéi, apareciendo detrás de ella.
Macha se sobresaltó y cerró la página de golpe.
— « Oh, nada… trabajo. »
— « ¿Cansada? » —le besó la cabeza. — « Mamá dijo que te notó tensa hoy. »

Ahora también hace informes, pensó Macha con amargura.
— « Todo bien », respondió con una sonrisa forzada. — « Solo un día difícil. »

La duda se instala

A la mañana siguiente, su amiga Léna la llamó:
— « Macha, dime, ¿estás segura de haber hecho bien los papeles de tu piso antes del matrimonio? »
— « ¿Qué papeles? »
— « ¿No firmaste nada? ¿Ninguna donación, cesión o algo así? »
— « No, es mi propiedad, la compré antes. »
— « Eso pensaba… Oye, ¿y tu suegra, dónde trabaja? »
— « En una agencia inmobiliaria… ¿por qué? »

Silencio. Luego, la voz de Léna bajó el tono:
— « Tengo una amiga que trabaja en el registro de la propiedad. Ayer vio una solicitud con tu dirección. Alguien estaba verificando quién es el dueño. »
— « ¿Qué? » —el corazón de Macha se encogió—. « ¿A nombre de quién? »
— « De tu suegra. Con un abogado de su agencia. »

Macha quedó paralizada, sin poder respirar.

El plan se revela

Más tarde, cuando Serguéi anunció con alegría que su madre los llevaría al aeropuerto, Macha sintió el estómago retorcerse.
Cuando Tamara llegó, impecablemente arreglada, llevaba en la mano un elegante maletín de cuero. Y en el asiento del coche, Macha distinguió claramente una carpeta con el logotipo de la agencia inmobiliaria.

Todo encajó.

La verdad sale a la luz

En el aeropuerto, mientras Serguéi registraba las maletas, Macha llamó discretamente a una conocida del departamento jurídico.
— « ¿Podrías comprobar si alguien ha presentado una solicitud relacionada con mi apartamento? »

Diez minutos después, llegó la respuesta:

« Sí. Hay una venta en curso. Los documentos se presentaron hoy. La solicitud está a nombre del propietario, con un poder firmado con tu nombre. »

Macha sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.
Una firma falsificada.

Alzó la vista. Tamara hablaba por teléfono, con una sonrisa fría. La mirada que le dirigió después fue gélida, calculadora.

— « Serguéi », dijo Macha con voz firme, — « no nos vamos. »
— « ¿Qué? ¿Por qué? »
— « Confía en mí. Volvemos a casa. »

Después

Dos días después, la denuncia por falsificación estaba presentada. La investigación confirmó que Tamara había planeado todo junto a un colega notario, con la intención de vender el apartamento en secreto durante las vacaciones de la pareja.

Serguéi, destrozado, repetía:
— « No puedo creer que mamá haya hecho eso… »

Macha cerró con calma la carpeta que contenía todas las pruebas.
— « A veces la familia no es la sangre. Es quien no te traiciona. »

Dejó definitivamente el antiguo piso y compró uno nuevo —esta vez protegido por un abogado y registrado solo a su nombre.

En la puerta del viejo edificio quedó pegado durante semanas un cartel:

« Venta suspendida por decisión judicial. »

Cada vez que pasaba frente a él, Macha pensaba:
Más vale perder una familia en el papel que perderse a una misma.

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