Un acosador golpeó a una niña tranquila y, segundos después, ella le rompió el codo antes de que pudiera llegar la ayuda.
En los abarrotados pasillos del instituto Lincoln, la tímida estudiante de segundo año, Lily Grayson, caminaba cabizbaja. Era invisible para la mayoría, hasta que la bofetada de un abusón resonó por el pasillo. Lo que sucedió a continuación los conmocionó a todos.
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Lily le fracturó el codo con un movimiento rápido. ¿Su secreto, un pasado que nadie vio venir? Sonó el timbre del instituto Lincoln, un enorme edificio de ladrillo en un suburbio de Ohio, donde siempre bullía la energía caótica de los adolescentes.
Lily Grayson, una estudiante de segundo año de dieciséis años, se escabulló entre la multitud; sus gastadas zapatillas hacían silencio contra el suelo pulido. Su sudadera extragrande cubría su delgada figura y su cabello oscuro le cubría el rostro, protegiéndola del mundo. Era el tipo de chica en la que nadie se fijaba, ni los chicos populares, ni los profesores, ni siquiera los conserjes.
Para la mayoría, era una sombra. Iba de una clase a otra, con la nariz metida en un libro o con los auriculares ahogando el ruido. Pero hoy, 12 de marzo de 2025, sería el día en que Lily Grayson se volvería inolvidable.
El pasillo era un hervidero de camarillas: deportistas lanzando un balón de fútbol americano, animadoras riéndose entre dientes con sus teléfonos y los alborotadores de siempre merodeando junto a las taquillas. En el centro de todo estaba Brandon Keller, un estudiante de último año con complexión de linebacker y una sonrisa que gritaba problemas. Su grupo, otros tres estudiantes de último año que lo seguían como hienas, se apoyaban contra la pared, buscando a su próximo objetivo, el de Brandon.
Las miradas se clavaron en Lily mientras se acercaba, cabizbaja, agarrando las correas de su mochila. Era un blanco fácil, el tipo de chico que nunca se defendía. Brandon le dio un codazo a su amigo Jake, un chico fibroso con un gato zumbador, y murmuró algo que los hizo reír a ambos.
El plan estaba decidido. Lily sintió sus miradas, pero siguió caminando con el corazón latiendo con fuerza. Ya había lidiado con Brandon antes de los comentarios sarcásticos en la cafetería, un empujón en la escalera, sus libros tirados accidentalmente al suelo.
Siempre lo ignoraba, se tragaba la humillación y seguía adelante. El consejo de mamá resonaba en su cabeza. «Mantén la cabeza gacha, Lily, no les des una razón».
Pero hoy, algo se sentía diferente. El aire era más denso, el pasillo más ruidoso, y la voz de Brandon cortó el estruendo como una cuchilla. «Oye, chica fantasma», llamó, tan fuerte que todas las cabezas se giraron.
Los pasos de Lily vacilaron, pero no se detuvo. El apodo le dolía, «chica fantasma», acuñado por su silencio, por su invisibilidad. Brandon se interpuso en su camino, bloqueándole el paso con su corpulenta figura.
Sus amigos se desplegaron tras él, rodeándola. La multitud aminoró la marcha, presentiendo un espectáculo. «¿Adónde vas? ¿Tienes una cita con tus amigos imaginarios?», la voz de Brandon se desvaneció…