El último amanecer de Don Mateo y Doña Rosa: una historia de amor y esperanza en la tormenta
Mi viejo, me dijiste que aguantara hasta hoy, que el rescate llegaría… pero te fuiste antes que yo. Cuando llegó el bote, los muchachos ya me habían dado la noticia que partió mi alma. Anoche todavía me pediste que le recordara al mayor sobre la bolsa de tela en la esquina del armario…
Llevaba tres días lloviendo sin parar. El cielo sobre Veracruz se había roto en mil pedazos, y el agua caía como si quisiera borrar todo el mapa del pueblo de San Nicolás. Las calles desaparecieron bajo la corriente, los perros aullaban desde los techos, y las casas—esas casas de madera y lámina—flotaban como barquitos cansados.
En una de ellas, en un pequeño alto, se refugiaban Don Mateo y Doña Rosa, dos ancianos de setenta años que habían pasado toda la vida juntos.
Solo les quedaba una vela medio consumida, una manta mojada y la esperanza de que el bote de rescate llegara antes de que el río Papaloapan los tragara.
—Rosa, aguanta un poco más —susurró Don Mateo, tosiendo—. Mañana seguro llega Protección Civil.
Su voz era temblorosa, pero aún conservaba esa calma que siempre lograba tranquilizarla.
Doña Rosa asintió, aunque sus manos temblaban. “Mientras él diga que sí, yo creo,” pensó. Así había sido toda su vida.
Las aguas subían sin piedad. No había arroz, ni pan, ni electricidad. Don Mateo apenas podía respirar; la tos sacudía su pecho como si fuera a romperlo.
Doña Rosa le puso encima el viejo impermeable que él usaba para ir al campo.
—Aguanta, viejito. Mañana nos sacan de aquí… —le susurró.
La tormenta rugió con fuerza esa noche. El viento soplaba tan fuerte que parecía querer arrancar el techo.
Don Mateo tomó su mano y dijo con voz débil:
—Rosa… si amanece mañana, te prometo que iremos juntos a ver el mar, como cuando éramos jóvenes.
Ella sonrió entre lágrimas.
Pero cuando apenas asomaba la primera luz del amanecer, Don Mateo ya…

Había dejado de respirar.
Doña Rosa sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Su mano seguía en la de él, fría y sin vida.
El agua seguía subiendo, y el viento seguía azotando con furia.
Ella se quedó allí, aferrada a la promesa que nunca podrían cumplir.
Pasaron horas y luego días. Finalmente, el bote de rescate llegó, pero para Don Mateo era demasiado tarde.
Doña Rosa fue llevada a salvo, con el corazón roto pero agradecida por haber tenido tantos años junto a su amado.
La historia de Don Mateo y Doña Rosa es un testimonio del amor verdadero, la esperanza y la fuerza en medio de la adversidad.
Nos recuerda que, aunque la vida puede ser frágil como una vela en la tormenta, el amor puede ser la luz que nunca se apaga.
Fin