“No puedo controlarme cuando veo tus curvas”, le dijo a la novia virgen que le habían vendido.

“No puedo controlarme cuando veo tus curvas”, le dijo a la novia virgen que le habían vendido.

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“NO PUEDO CONTROLARME CUANDO VEO TUS CURVAS”, LE DIJO A LA NOVIA VIRGEN QUE LE HABÍAN VENDIDO.

 

El fuego de la chimenea crepitaba alto, lanzando sombras danzantes por las paredes de madera de la cabaña. El guerrero la sostenía por los hombros, la mirada ardiente clavada en ella, como si no existiera nada más en el mundo. Su respiración era pesada, casi salvaje.

“No consigo controlarme cuando veo tus curvas,” dijo en un susurro ronco, la voz cargada de deseo y furia contenida.

Ella, sin embargo, no sabía si debía retroceder o rendirse. Su corazón latía tan rápido que parecía querer huir del pecho. Había sido vendida. Entregada como mercancía al hombre más temido de aquellas tierras. Sabía que no había elección; era su novia ahora, y todos esperaban que se entregara.

—Por favor —murmuró ella, intentando apartarse, pero sus dedos apretaron levemente su barbilla, obligándola a encarar aquellos ojos oscuros que ardían como brasas.

El guerrero no tenía el hábito de pedir. Su cuerpo musculoso, marcado por cicatrices de batallas, era prueba viva de su fuerza. Aun así, había una extraña delicadeza en el modo en que la sujetaba, como si temiera romperla.

“Usted no entiende,” continuó, acercando los labios a su oído. “Pasé la vida entera tomando a la fuerza lo que me negaban, pero con usted, algo en mí me pide más. Pide que yo espere.”

Ella recordó a su padre, entregándola como un objeto. Es para el bien de la familia, había dicho. La fortuna que el guerrero había pagado compraría tierras e influencia. Pero, ¿qué destino compraba aquel matrimonio forzado?

—Yo no escogí estar aquí —la voz de ella salió débil, casi inaudible.

Él la soltó de repente, como si aquellas palabras fueran un golpe. “Ni yo,” respondió con amargura. “No escogí sentir esto.”

Un silencio pesado cayó sobre la sala. Ella lo observaba, tratando de comprender al hombre que en pocas horas había pasado a ser llamado su marido: brutal y al mismo tiempo vulnerable, feroz, pero prisionero de una pasión que parecía escapar a su control.

Se acercó lentamente, arrodillándose ante ella. Tomó su mano delicada entre las suyas, ásperas y fuertes. “No sé cómo lidiar con esto, pequeña. No sé ser suave, pero no quiero que me tema.”

Não consigo me controlar quando vejo suas curvas"–Ele disse à noiva virgem  que foi vendida para ele - YouTube

EL SECRETO DEL GUERRERO ⚔️

 

Ella logró zafarse, pero él no se resistió. “Usted me mira como si yo fuera un monstruo,” dijo él, levantándose despacio, la voz grave, pero herida. “Tal vez lo sea.”

—Yo no sé qué pensar de usted —respondió ella con franqueza—. Fui vendida.

Él soltó una risa amarga. “También fui vendido,” dijo de repente, como si escupiera una verdad dolorosa. “Cuando aún era solo un muchacho. Vendido como soldado, aprendí a matar antes incluso de aprender a amar.”

La confesión la impactó. La imagen del bárbaro impío empezaba a desmoronarse. Detrás de la fuerza había una herida, y un pasado marcado por la misma moneda de cambio que ahora los unía.

“Por eso no sé lidiar con usted,” continuó él. “Porque usted me mira no como enemigo, sino como hombre.”

Ella sintió un escalofrío. —Si yo pudiera, habría escogido otra vida, una vida en la que el amor no fuera impuesto.

Él se limitó a extender la mano, deteniéndola en el aire a centímetros de su rostro. “Entonces enséñeme,” pidió él casi en súplica. “Enséñeme cómo es amar sin imponer.”

—Esto lleva tiempo —respondió ella, firme, pero con suavidad—. Yo no prometo nada.

Él cerró los ojos por un instante. “Tiempo es lo único que aún me queda,” murmuró.

 

LA PRIMERA ENTREGA 🔥

 

Esa misma tarde, el lord, avergonzado por la resistencia del guerrero, envió a dos caballeros a la cabaña. “El lord exige su presencia,” dijeron con desprecio. “Hay rumores de que usted no consumó el matrimonio.”

El guerrero se puso la espada. “Ellos no entienden. Creen que la única forma de probar un matrimonio es a través de la posesión.”

—¿Y para usted? —preguntó ella.

Él la encaró con una intensidad que la hizo estremecer. —Para mí, usted es redención.

Cuando regresó por la noche, no estaba entero. Su labio sangraba, su camisa estaba rasgada, sus hombros magullados.

—¿Qué le hicieron? —Ella corrió hacia él, tocando su rostro con las manos trémulas.

Él intentó sonreír. “Nunca haría eso con usted.”

Las lágrimas rodaron por el rostro de ella. “¿Usted sangró por mí?”

—Sangraría mil veces —respondió él.

Y fue ella quien lo besó primero. Un beso suave, tímido, pero lleno de fuego contenido. Él la miró atónito. Luego, despacio, como quien sujeta el más frágil de los tesoros, le correspondió en su primera entrega.

Esa noche, se entregaron no como enemigos, sino como dos sobrevivientes que por fin encontraban refugio. Él tocaba cada curva de ella como si fuera sagrada. Ella descubría en él una ternura escondida bajo capas de dolor.

 

EL RENACIMIENTO DEL CORAZÓN ❤️‍🩹

 

Días después, la cabaña fue rodeada por soldados del lord, quien temía el poder que el guerrero había demostrado. La orden era matarlo.

—Quédese detrás de mí —dijo él, espada en mano.

Ella, sin embargo, tomó la misma faca de caza que antes había dudado usar, y se puso a su lado. “No voy a dejarlo solo.”

En el clímax de la batalla, cuando todo parecía perdido, ella tomó una decisión: corrió hacia la puerta gritando a los soldados: “¡Mátenme si quieren, pero no lo toquen a él!”

Él rugió, interponiéndose entre ella y los soldados. “Si la tocan, juro que ninguno de ustedes saldrá vivo de este lugar.” La furia en sus ojos hizo que los soldados retrocedieran, temerosos.

Ella corrió hacia él, presionando la herida en su hombro. “Usted va a sobrevivir. Ha sobrevivido a batallas peores, pero nunca luchó por algo que valiera tanto la pena.”

Meses después, la cabaña se convirtió en su hogar. El lord, avergonzado, no se atrevió a volver.

En la aldea, los rumores cambiaron. Ya no era la historia de la nobia vendida. Era la leyenda de la mujer que domó a la fiera y del guerrero que aprendió a amar.

Y en las noches frías, él aún le susurraba al oído: “No consigo controlarme cuando veo sus curvas.”

Pero ahora no era un aviso de deseo contenido. Era una declaración de amor eterno.

Ella sonreía, recostando su rostro en su pecho. “Y yo no quiero que se controle, porque al fin somos uno solo.”

Dos vidas que habían sido vendidas al destino, se habían convertido en dueñas de su propio futuro.

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