*Miren lo que este perro trajo a la casa en su lomo. Los dueños aún no lo superan…

*Miren lo que este perro trajo a la casa en su lomo. Los dueños aún no lo superan…

En un pequeño pueblo, perdido entre verdes colinas y densos bosques, vivía una familia normal. Anna, su esposo, Sergey, y su fiel perro, Bim. Bim era un pomerania grande y peludo, con amables ojos marrones y una energía desbordante.

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Le encantaban los largos paseos por el bosque, donde podía correr a sus anchas, olfateando cada arbusto y persiguiendo ardillas. Sus dueños estaban acostumbrados a sus travesuras, como arrastrar a casa huesos viejos o palos deshilachados, pero algo que ocurrió una tarde de otoño les cambió la vida por completo.
Todo empezó con un paseo normal. Sergey, como siempre, ató a Bim con la correa y se adentró en el bosque para que el perro estirara las patas antes de cenar.
El día era fresco, con una ligera niebla que se aferraba al suelo, dándole al bosque un aire misterioso. Bim, como siempre, corría en círculos, a veces desapareciendo tras los árboles y luego regresando con un ladrido triunfal. Sergei no estaba especialmente preocupado: Bim conocía el camino a casa y nunca se alejaba mucho. Pero esta vez, algo era diferente.
Cuando Bim regresó, Sergei notó que el bosque actuaba de forma extraña. No saltaba como siempre, no le exigía que soltara su bastón, sino que se movía lentamente, como si temiera sacudirse algo.
En su lomo, justo entre su espeso pelaje, algo pequeño, apenas perceptible, se retorcía.
Sergey miró con atención y se quedó paralizado. Tres diminutas criaturas, no más grandes que una palma, con piel brillante, casi translúcida, y enormes ojos brillantes, estaban posadas sobre Bim. Se aferraban a su pelaje, emitiendo sonidos suaves y melodiosos, como el canto de los pájaros.

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