Él se mudó solo a un viejo rancho… y luego descubrió a una NIÑA que creció CON LOBOS.

Él se mudó solo a un viejo rancho… y luego descubrió a una NIÑA que creció CON LOBOS.

Bon Carter creía haber encontrado el lugar perfecto para desaparecer. Entre las colinas ondulantes y los robles dispersos, el viejo rancho parecía un refugio, un espacio donde el caos del mundo no lo alcanzaría. Pero aquella mañana, cuando una figura emergió de la línea de árboles, su vida cambió para siempre.

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Al principio, pensó que era un ciervo, pero su movimiento era demasiado fluido, demasiado extraño. Desde el porche, Bon entrecerró los ojos y vio a una joven. Tendría unos dieciocho años, pero todo en ella era salvaje. Su cabello oscuro caía enmarañado, la ropa eran solo jirones y se desplazaba en cuclillas, como si hubiera pasado años caminando sobre cuatro patas. Sus ojos, sin embargo, eran lo que más lo impactó: brillaban con una inteligencia feroz, pero también con algo primitivo que le erizó la piel.

Bon levantó una mano, palma hacia adelante, como quien intenta calmar a un caballo asustado.

—Tranquila —dijo en voz baja—. No voy a hacerte daño.

La joven ladeó la cabeza, curiosa, pero antes de que pudiera acercarse, un gruñido grave resonó desde el bosque. Bon apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la chica desapareció entre las sombras, dejando tras de sí un vacío inquietante. Desde los árboles, ojos amarillos y cuerpos grises acechaban. Lobos.

Bon regresó al porche con el corazón latiendo con fuerza. Fuera lo que fuera lo que acababa de presenciar, estaba claro que su vida tranquila en el rancho acababa de complicarse.

Tres días después, Bon comenzó a notar señales de su presencia: huellas desnudas alrededor del pozo, comida desaparecida del porche, marcas extrañas en los árboles cercanos. Una tarde, mientras reparaba una cerca, la vio de nuevo, agazapada tras una roca, observándolo con esos ojos inquietantemente humanos. Fingió no darse cuenta, pero habló con calma.

—Si tienes hambre, hay comida aquí. No necesitas esconderte.

La joven no respondió, pero su curiosidad la hizo avanzar. Bon arrojó un trozo de carne seca cerca de la roca. Ella lo olfateó antes de devorarlo con dientes que parecían más afilados de lo normal. Mientras comía, Bon notó cicatrices en su piel, heridas que hablaban de una vida dura y peligrosa. Pero lo más impactante seguían siendo sus ojos: bajo toda esa apariencia salvaje, había humanidad.

—¿Cómo te llamas? —preguntó.

Ella lo miró, pero no respondió. En cambio, emitió un sonido gutural, entre un gruñido y un tarareo. Antes de que Bon pudiera decir algo más, el galope de caballos rompió el silencio. Tres jinetes aparecieron en la colina, y la joven desapareció una vez más, como un fantasma.

El líder de los hombres, Sterling Madix, desmontó con la arrogancia de alguien acostumbrado a salirse con la suya. Era un hombre corpulento, con cabello gris acero y ojos fríos. Sus acompañantes, más jóvenes, sostenían rifles con la confianza de quienes viven de la violencia.

—Buscamos algo peligroso —dijo Sterling, acercándose a la cerca—. Una chica salvaje. Vive con lobos, mata ganado. No es humana.

Bon mantuvo la calma.

—No he visto a nadie así. Acabo de mudarme aquí.

Sterling no le creyó. Señaló las huellas cerca del pozo.

—Las pisadas no mienten, Carter. Si la estás escondiendo, te convertirás en nuestro enemigo.

Bon sabía que mentir era arriesgado, pero no tenía otra opción. Los hombres comenzaron a buscar en los alrededores, y Bon sintió que el peligro era inminente. Si la encontraban, no dudarían en matarla.

Esa noche, los lobos aullaron en la distancia, y Bon no pudo dormir. Al amanecer, decidió buscarla. La encontró junto al arroyo, herida, con sangre brotando de su hombro. Al verlo, gruñó como un animal acorralado.

—Tranquila —susurró Bon, arrodillándose a unos pasos de distancia—. No voy a hacerte daño.

Ella lo observó, evaluando si podía confiar en él. Antes de que pudiera responder, los cazadores aparecieron, rodeándolos. Sterling levantó su rifle, apuntando directamente a la chica.

—Esto termina aquí.

Bon se interpuso entre ellos.

—No es peligrosa. Está herida. Déjenla en paz.

—Apártate, Carter —gruñó Sterling—. O disparo a través de ti.

Bon no se movió. Sacó su revólver, apuntando a Sterling.

—Pueden intentarlo, pero solo necesito derribar a uno de ustedes para que los demás lo piensen dos veces.

El enfrentamiento quedó interrumpido por un aullido que resonó en el valle. Los lobos aparecieron, una manada entera, rodeando a los hombres. El líder, un enorme macho de pelaje plateado, se colocó junto a la chica, protegiéndola. Sterling, pálido, retrocedió.

—Esto no ha terminado —dijo, antes de retirarse con sus hombres.

En las semanas siguientes, Bon cuidó de la chica, a quien finalmente conoció como Wila. Su herida sanó, y poco a poco comenzó a confiar en él. Aunque aún prefería las sombras y los sonidos guturales, Bon la ayudó a recuperar fragmentos de su humanidad. Le enseñó palabras, gestos, y ella, a su vez, le mostró que los lobos no eran solo animales: eran su familia.

Pero Wila también aprendió algo más. Bajo la paciencia y la bondad de Bon, descubrió que los humanos podían elegir no ser crueles. Un día, mientras ambos trabajaban en el rancho, ella lo miró y dijo:

—Gracias.

Bon sonrió.

—¿Por qué?

—Por mostrarme que no todos los humanos son como ellos.

Desde entonces, Wila y Bon compartieron una vida tranquila, construyendo un hogar donde ambos podían sanar. Los lobos seguían visitándola, pero entendían que aquel lugar era seguro. Y aunque el peligro de Sterling nunca desapareció del todo, Bon sabía que juntos podían enfrentarlo.

Al final, el hombre que buscaba soledad y la chica que había olvidado su humanidad encontraron algo inesperado: un propósito, una conexión, y quizás, un futuro juntos.

Espero que esta versión te haya resultado emocionante y envolvente. 😊

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