El Regreso de la Venganza: La Historia de Lena Carter
El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas de una casa tranquila en Denver, Colorado. Lena Carter, con siete meses de embarazo, estaba de pie junto a la estufa, removiendo una olla de sopa. Su espalda dolía, sus manos temblaban ligeramente, pero su corazón estaba lleno de amor. Había pasado todo el día preparando una cena especial para su esposo, Ryan Carter, con la esperanza de que eso pudiera acercarlos nuevamente.
Últimamente, Ryan había cambiado. El hombre que una vez se reía con ella sobre los panqueques quemados ahora llegaba tarde a casa, oliendo a un perfume que no era el suyo. Sus palabras se habían vuelto cortas y sus ojos distantes. Lena lo había notado, pero se decía a sí misma que era estrés; todos luchaban en el trabajo a veces.
Pero esa noche, cuando la puerta se abrió, no fue solo Ryan quien entró. Una mujer más joven, elegante y fría, lo siguió. El corazón de Lena se detuvo.
“Ryan… ¿quién es ella?” preguntó, su voz temblando.
La mujer sonrió con desdén. “Soy Melissa, y soy la mujer a la que él realmente ama.”
La cara de Ryan se endureció. “Deberías irte, Lena. He terminado de pretender.”
Las lágrimas brotaron de los ojos de Lena. “¿Estás diciendo esto ahora? ¿Cuando estoy esperando tu hijo?”
La mandíbula de Ryan se apretó. “¡Me atrapaste con ese bebé!”
Entonces, en un momento impactante, él agarró el viejo bastón de madera que pertenecía a su difunto padre y le golpeó el brazo. El sonido resonó en la sala de estar como un trueno. Lena jadeó, cayendo de rodillas, con la mano en el estómago.
“Dame las llaves de la casa,” ordenó Ryan. “Ya no perteneces aquí.”
Melissa cruzó los brazos con satisfacción. “Lo escuchaste. Vete antes de avergonzarte aún más.”
Pero antes de que Ryan pudiera levantar la mano nuevamente, la puerta principal se abrió de golpe. Tres hombres estaban allí, altos, compuestos, pero sus rostros estaban pálidos de furia.
Ethan, Lucas y Noah Bennett—los hermanos de Lena.
“¿Qué demonios está pasando aquí?” gritó Ethan, su voz retumbando en la habitación.
Ryan se volvió hacia ellos, su expresión se tornó desafiante. “Esto no es asunto tuyo.”
“No, lo es,” respondió Noah, avanzando con determinación. “Eres un monstruo, Ryan. No puedes tratar a Lena así.”
Lena, aún en el suelo, sintió una mezcla de alivio y miedo. Sus hermanos siempre habían sido su apoyo, pero nunca había imaginado que llegarían a esta situación.
“¿Estás bien, Lena?” preguntó Lucas, arrodillándose a su lado. “¿Te ha hecho daño?”
Ella asintió, sus ojos llenos de lágrimas. “Solo… solo necesito salir de aquí.”
“Vamos a llevarte a un lugar seguro,” dijo Ethan, mirando a Ryan con desprecio. “No tienes derecho a tocarla.”
Ryan se rió fríamente. “¿Y qué van a hacer ustedes? No son más que unos niñitos.”
“No subestimes a tus cuñados,” dijo Melissa, intentando mantener la compostura, pero su voz temblaba. “No saben con quién se están metiendo.”
“¿Y tú quién eres para hablar?” respondió Noah, avanzando hacia ella. “Eres una intrusa en nuestra familia.”
La tensión en la habitación era palpable. Ryan, sintiéndose acorralado, levantó el bastón nuevamente, pero antes de que pudiera hacer algo, Ethan se interpuso.

“¡No toques a mi hermana otra vez!” gritó, empujando a Ryan hacia atrás. “Si quieres pelear, tendrás que enfrentarte a nosotros.”
Los hermanos Bennett formaron una barrera protectora alrededor de Lena, que aún estaba en el suelo, temblando de dolor y miedo. Ryan, viendo que estaba perdiendo el control, comenzó a gritar.
“¡Esto es una locura! ¡Yo soy el jefe de esta casa!”
“Tu casa no es un lugar para abusar,” dijo Lucas, su voz firme. “No eres un hombre, eres un cobarde.”
“¡Basta!” gritó Melissa, tratando de recuperar la atención. “No tienen idea de lo que están haciendo. Ryan es un buen hombre.”
“Un buen hombre no golpea a su esposa,” respondió Noah. “Te has dejado llevar por la mentira, Melissa.”
La situación se intensificó. Ryan, sintiéndose acorralado, intentó hacer un movimiento hacia Lena, pero Ethan lo detuvo con una mano en el pecho.
“Si te acercas a ella, te aseguro que no te gustará lo que vendrá después,” dijo Ethan, su voz baja y amenazante.
Lena, viendo la determinación en los ojos de sus hermanos, sintió una chispa de esperanza. “Por favor, llévenme lejos de aquí,” murmuró, su voz apenas un susurro.
“Vamos, hermana,” dijo Lucas, ayudándola a levantarse. “Te llevaremos a casa.”
Mientras se dirigían hacia la puerta, Ryan gritó: “¡No se lo llevarán! ¡Esto es mío!”
Pero los hermanos no se detuvieron. Salieron de la casa, llevando a Lena con ellos, dejando atrás un Ryan furioso y una Melissa impotente.
Una vez fuera, Lena respiró hondo, sintiendo el aire fresco de la tarde. “Gracias,” dijo, con la voz quebrada. “No sé qué haría sin ustedes.”
“No tienes que preocuparte por eso, Lena,” dijo Ethan, abrazándola con fuerza. “Siempre estaremos aquí para protegerte.”
Mientras se alejaban de la casa, Lena miró hacia atrás una última vez. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero con el apoyo de sus hermanos, estaba lista para enfrentar cualquier desafío. La vida le había dado un golpe duro, pero ahora tenía la oportunidad de reconstruir su vida y encontrar la felicidad que merecía.
Los hermanos Bennett se comprometieron a cuidar de Lena y su bebé, y juntos, comenzaron un nuevo capítulo, uno lleno de amor, apoyo y, sobre todo, la promesa de que nunca más volvería a ser lastimada.