Pacto de amor esclavo con el Gerente General (Capítulo 6: Entre la verdad y la traición)

Pacto de amor esclavo con el Gerente General

(Capítulo 6: Entre la verdad y la traición)

El lunes amaneció gris.
De esos días en que hasta el cielo parece cansado de mentir.

No había dormido.
La amenaza anónima seguía en mi mente, repitiéndose una y otra vez.
“Sabes demasiado, Lucía.”

¿Quién podía haberlo enviado?
¿Adrián? No… él no haría algo tan burdo.
¿Isabella Dalmau? Tal vez.
¿O alguien más dentro de la empresa, alguien que temía lo que yo podía descubrir?

Llegué al edificio con el corazón golpeando en el pecho.
Los ascensores estaban vacíos.
Las luces del piso 43 —la oficina de Adrián— encendidas.

Estaba allí.
Esperándome.


—Cierra la puerta. —Su voz fue baja, firme.

Lo hice.
Él estaba de pie frente a la ventana, con las manos en los bolsillos del pantalón, observando la ciudad.
No me miraba.
Y eso me asustó más que cualquier amenaza.

—¿Dónde estuviste el viernes? —preguntó sin rodeos.

Sentí cómo la sangre me abandonaba el cuerpo.

—Te pedí el día libre —respondí—. Lo usé para descansar.

Él se giró lentamente.
Sus ojos, oscuros, me atravesaron.
—¿Descansar en el Hotel Emperatriz?

Silencio.
No respiré.
Ni siquiera parpadeé.

—¿Cómo… cómo sabes eso? —murmuré.

—Porque mandé seguirte. —Su voz no tenía culpa, ni ira. Solo una calma peligrosa—. Y porque, Lucía… no hay rincón de esta ciudad donde yo no sepa lo que ocurre cuando me interesa saberlo.

Me quedé helada.
—¿Me estás espiando?

—Te estoy protegiendo. —Dio un paso hacia mí—. Desde el momento en que aceptaste el pacto, te convertiste en mi responsabilidad.

—¡No soy tu propiedad! —grité, dando un paso atrás.

Él me sujetó la muñeca, fuerte, pero sin hacerme daño.
—No, no lo eres… pero actúas como si no entendieras el peligro en el que estás.

—¿Peligro? ¿De quién? ¿De ti? —escupí con rabia.

Por un instante, vi algo romperse en su mirada.
Culpa. Dolor.
Y algo más profundo.

—De la gente que cree que sabes demasiado —susurró—. Isabella, su padre… todos los que quieren destruir lo que construí.

—¿Y qué construiste, Adrián? —dije, la voz temblando—. ¿Un imperio o una mentira?

Él soltó mi muñeca.
—Ambas cosas.


Me senté sin fuerzas.
Todo se derrumbaba dentro de mí.
El pacto, las promesas, las caricias.
¿Había sido todo parte de su juego?

—Quiero entender —dije—. ¿Qué papel tenía Isabella Dalmau en tu vida?

Él suspiró, cansado, y se sirvió un trago.
—No era lo que piensas.

—Entonces dime lo que es, porque la foto en ese hotel dice lo contrario.

Adrián dejó el vaso sobre el escritorio, sin beber.
—Isabella fue mi informante. Me ayudó a descubrir los movimientos ilegales de su padre dentro del consejo. Me usó para sacar a su familia del fuego… y luego me traicionó.

—¿Y yo? —pregunté casi en un susurro—. ¿Soy también parte de tu estrategia?

Él se acercó, despacio, como quien camina sobre cristales.
—No. Tú no eras parte de ningún plan. —Su voz bajó hasta convertirse en un temblor—. Por eso me asustas tanto.

Me miró como si buscara perdón, o salvación.
Y antes de que pudiera reaccionar, me besó.
No fue un beso dulce, ni romántico.
Fue una guerra.
Una promesa rota y una súplica muda al mismo tiempo.

Cuando se apartó, sus labios temblaban.
—Si sigues buscando la verdad, Lucía, prepárate para perderlo todo. Incluyéndome.


Esa noche, al regresar a casa, encontré la puerta entreabierta.
El miedo me subió por la espalda.
Adentro, todo parecía en orden… hasta que vi el sobre blanco sobre mi cama.
El mismo tipo de sobre que contenía la foto.

Lo abrí con manos temblorosas.
Dentro había una sola hoja, con una frase escrita a máquina:

“Él no te contó toda la verdad. Pregunta por el Proyecto Eros.”

El papel olía a perfume caro y tabaco.
El mismo olor que había sentido el día que conocí a Isabella Dalmau.

Continuará…

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