“¡Espera… ¿Vas a atreverte a meter ESO dentro? La Giganta por Catálogo y el Vaquero Gigante: Un Encuentro Inesperado”

“¡Espera… ¿Vas a atreverte a meter ESO dentro? La Giganta por Catálogo y el Vaquero Gigante: Un Encuentro Inesperado”

Capítulo 1: El Viento de Colorado

En las tierras altas de Colorado, en el año de nuestro Señor de 1876, el viento silbaba entre los pinos como si contara secretos antiguos. Allí, en el valle del río Águila, se levantaba el rancho Dos Picos, propiedad de Jacob Morrison, un hombre que medía siete pies y dos pulgadas descalzo y que la gente del condado llamaba simplemente el gigante. Decían que cuando estornudaba, los caballos se asustaban a tres leguas a la redonda. Jacob no era malo; solo estaba cansado de que lo miraran como a un fenómeno de circo.

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Desde niño, había oído los mismos cuchicheos: “Pobre, tan grande y tan solo, ¿quién va a querer casarse con eso?” A los 35 años, el rancho era próspero, pero tenía un secreto que lo carcomía. Debajo de sus pastos dormía la veta de plata más rica que jamás se hubiera visto en el territorio. Millones. Sin embargo, por una ley territorial absurda de 1848, la concesión minera solo podía estar a nombre de una mujer casada.

Si Jacob moría sin esposa legítima, la mina pasaría al gobierno o al primer hijo de perra con buenos abogados. Por eso, mandó una carta al periódico de St. Louis: “Se busca esposa fuerte de cuerpo y espíritu. No importa apariencia. Capaz de trabajar duro y guardar secreto. Enviar fotografías si es posible.” Entre las 37 respuestas, llegó una que lo dejó con la boca abierta.

Capítulo 2: La Giganta por Catálogo

La fotografía mostraba a una muchacha de pie junto a una puerta normalita. La puerta le llegaba a la cintura. En el reverso, con letra firme, decía: “Sarra Jenkins, 23 años, ocho pies y una pulgada, huérfana. Sé leer, escribir, contar, cocinar, errar caballos y romperle la crisma a quien se pase de listo. No tengo miedo a nada, salvo a seguir viviendo donde me llaman la bestia. Si le sirve, aquí estoy.”

Tres semanas después, el tren de Dandor escupió en la estación a la mujer más alta que jamás hubiera pisado aquel lugar. Llevaba un vestido gris sencillo, un sombrero de paja que parecía de muñeca sobre su cabeza y una maleta de cuero que cualquiera hubiera jurado era un baúl. Cuando Jacob la vio bajar, sintió que por primera vez en la vida alguien lo miraba desde arriba y no se burlaba.

“Señor Morrison,” dijo ella con voz profunda, pero dulce, como miel caliente. “Espero no haberlo decepcionado.” Jacob se quitó el sombrero. Le temblaban un poco las manos. “Señorita Jenkins, creo que Dios acaba de hacer justicia con los dos.”

La gente del pueblo los miró pasar como si desfilara un circo entero. “Mira, los dos gigantes juntitos. Ya verán cuando tengan hijos. Van a necesitar puertas de granero.” Sarra apretó los labios, pero no dijo nada. Jacob, por primera vez, tampoco.

Capítulo 3: La Vida en el Rancho

En el rancho, la primera noche se sentaron a la mesa que Jacob había agrandado con troncos enteros. Comieron venado y frijoles en silencio hasta que Sarra habló. “Sé lo de la mina, Jacob Morrison. Y sé por qué me trajiste.” Él se quedó tieso. “No te traje por lástima,” dijo al fin. “Te traje porque necesito una mujer que no se asuste de nada. Ni de mí, ni de los hombres que vendrán a quitarnos esto, ni de la ley que está escrita por idiotas que nunca han visto una montaña.”

Sarra lo miró a los ojos. Eran del mismo azul tormenta. “Entonces, no me trates como a una muñeca que vas a usar para firmar papeles. Trátame como a tu igual o te parto la mesa en la cabeza.” Jacob soltó una carcajada que hizo temblar los vasos. “Trato hecho, Sarra Morrison.”

Se casaron tres días después ante el juez Phillips, que tuvo que subirse a una silla para ponerles los anillos. El pueblo entero vino a ver el espectáculo. Apostaban cuánto duraría el matrimonio. Nadie dio más de un mes. Lo que nadie sabía era que con Elias Blackwood, el comerciante más rico de Silver Gulch, llevaba dos años moviendo hilos para quedarse con el rancho Dos Picos.

Blackwood era bajito, calvo y tenía ojos de rata hambrienta. Había comprado al registrador de tierras, falsificado escrituras antiguas y sobornado testigos. Y cuando se enteró de que el gigante se había casado con una giganta, soltó una risa que parecía un grasnido. “Perfecto,” dijo a sus pistoleros. “Ahora solo hay que matar al marido, asustar a la viuda y comprar la mina por cuatro centavos. Una mujer no sabe de leyes.”

Capítulo 4: El Ataque

El ataque final llegó una mañana de octubre cuando la escarcha aún cubría los pastos. Blackwood apareció con 20 hombres armados, el sheriff comprado en el bolsillo y un montón de papeles oficiales que supuestamente demostraban que Jacob había perdido el rancho por deudas de juego del año 1859, deudas que Jacob jamás había tenido.

El sheriff, un hombre gordo llamado Perkins, leyó el mandato con voz temblorosa. “Por orden del Tribunal Territorial, esta propiedad pasa a manos del señor Cornelius Blackwood. Entreguen las llaves y salgan en paz.” Jacob se puso delante de Sarra, los puños cerrados como masas. Blackwood sonrió con dientes de oro. “Esa parte también está prevista, gigante. Los pistoleros amartillaron los revólveres.”

Sarra sintió que la sangre le hervía. Dio un paso al frente. Su sombra cubrió a Blackwood entero. “Un momento, sheriff,” dijo con calma. “Déjeme ver esos papeles.” Perkins, nervioso, se los pasó. Blackwood se burló. “¿Qué vas a hacer, mujer? ¿Comértelos?”

Sarra tomó los documentos. Sus manos eran tan grandes que parecía que sostenía un librito de cuentos. Los ojeó despacio. Primero una página, luego otra. Luego sonrió. Una sonrisa que hizo retroceder a dos pistoleros sin que supieran por qué. “Interesante,” dijo. “Muy interesante.”

Capítulo 5: El Enfrentamiento

Después, habló con voz clara y fuerte, que retumbó en todo el valle. “Sheriff Perkins, usted que estudió tres meses de leyes en Missouri sabe lo que es un papel.” Perkins palideció. “Eh, sí, claro. Entonces sabrá que ese papel se dejó de fabricar en febrero de 1859 porque la fábrica ardió. Mire la fecha de este documento, julio de 1859. Y está escrito en papel Blue Canyon. Curioso, ¿verdad?”

Blackwood abrió la boca, pero no salió sonido. Sarra siguió ojeando. “Aquí hay una firma del juez Arrow. Lástima que el juez Arrow murió en el ’57. Y esta otra del escribano McAlister. Pobre McAlister, perdió la mano derecha en la guerra y firma con la derecha. Qué milagro.” Los pistoleros empezaron a mirarse entre sí, y Sarra levantó una hoja.

“La tinta, esta tinta ferrogálica con fórmula prusiana azul se inventó en Alemania en 1864. ¿Cómo es que un documento del ’59 lleva tinta que todavía no existía?” Silencio de tumba. Hasta los caballos parecían contener la respiración. Sarra dobló los papeles con cuidado y se los devolvió al sheriff. “Son falsificaciones tan burdas que hasta un niño las vería.”

“Pero claro, usted cobró para no verlas, ¿verdad?” El sheriff Perkins se puso verde. Blackwood dio un paso atrás. “Esto es absurdo. Esta mujer miente.” Sarra lo miró desde sus ocho pies de altura y dio un paso. Solo uno. El suelo tembló.

“Cornelius Blackwood, yo limpié oficinas de abogados desde los 12 años. Barría, fregaba y cuando todos dormían, leía cada maldito libro de leyes que encontraba. Sé más de falsificaciones que todos los jueces de este territorio juntos. Y tú, tú eres un ratón con pluma.” Después se giró hacia los pistoleros. “Muchachos, les doy 10 segundos para elegir seguir a este enano ladrón y terminar en la cárcel o largarse con vida.” “Nueve.” No llegó al tres. Los 20 hombres corrieron hacia sus caballos como si los persiguiera el diablo en persona.

Capítulo 6: La Victoria

Blackwood intentó sacar su revólver, pero Jacob lo levantó del suelo con una mano, como quien levanta un gatito. “Esto ya no es cosa tuya, Cornelius,” dijo Jacob con voz suave. “Es cosa de mi esposa.” Sarra se acercó. Blackwood pataleaba en el aire. “Tú querías mi rancho,” susurró ella. “Te lo regalo, la parte donde entierran a los ladrones.”

“Sheriff, arresta a este hombre por falsificación, intento de robo y soborno. Y si no lo haces, te juro por Dios que te llevo yo misma a Dandor en la grupa de mi caballo.” El sheriff obedeció tan rápido que se le cayó el sombrero. Esa misma tarde, ante el juez honesto que llegó de Dandor, alertado por el escándalo, Sarra Jenkins de Morrison firmó los papeles que la convertían en la propietaria legal de la mina de plata más grande de Colorado. Jacob firmó debajo como su esposo y socio. El juez, boque abierto, preguntó si necesitaban una escalera para firmar. Sarra se rió. “No, señor, ya llegamos bastante alto.”

Capítulo 7: La Giganta del Rancho

Meses después, el pueblo de Silver Gulch hablaba de la giganta del rancho Dos Picos, con respeto y un poco de miedo. Decían que cuando Sarra pasaba por la calle, los sombreros volaban solos de las cabezas, que había echado a latigazos a tres vaqueros que intentaron hacer trampa en su salón, porque ahora también tenía salón, que su primer hijo, cuando nació, pesó 14 libras y media y ya medía dos pies, y que Jacob lloró como un niño grande al tomarlo en brazos.

Pero sobre todo, contaban la historia de cómo una muchacha a la que todos habían llamado “demasiado grande para casarse” terminó siendo la mujer más poderosa al oeste del Mississippi. Y cuando alguien se atrevía a preguntar a Sarra, porque nunca se había sentido poca cosa por su altura, ella contestaba mientras cargaba un ternero al hombro como si fuera un costal de harina: “Porque lo que para otros era defecto, para mí siempre fue ventaja. Solo tuve que encontrar al único hombre en el mundo que lo entendiera.”

Capítulo 8: La Vida Familiar

La vida en el rancho Dos Picos floreció. Jacob y Sarra trabajaban codo a codo, cultivando la tierra y cuidando de su creciente familia. Cada día era un nuevo desafío, pero juntos eran invencibles. Sus hijos, herederos de la fortaleza de sus padres, crecieron rodeados de amor y respeto. La leyenda de los gigantes del rancho se extendió, y la gente venía de lejos para ver a la pareja que había desafiado las expectativas.

Los niños aprendieron a trabajar la tierra desde pequeños. Jacob les enseñaba a montar a caballo, mientras Sarra les mostraba cómo cuidar de los animales. Con cada risa y cada historia compartida, el rancho se llenó de vida y alegría. La comunidad comenzó a ver a Sarra no solo como una mujer gigante, sino como una líder y una protectora.

Capítulo 9: Desafíos Nuevos

Sin embargo, la paz no duraría para siempre. Elias Blackwood, quien había sido humillado en su intento de arrebatar el rancho, no se dio por vencido. Comenzó a tramar un nuevo plan para recuperar lo que consideraba suyo. Un día, mientras Jacob y Sarra discutían sobre los planes de expansión del rancho, un mensajero llegó con noticias preocupantes.

“Señor Morrison,” dijo el mensajero con voz temblorosa, “Blackwood ha estado hablando de ti en el pueblo. Está tratando de reunir a sus hombres para que te ataquen nuevamente.” Jacob frunció el ceño. “No puedo dejar que eso ocurra. Debemos prepararnos.”

Sarra, con su característico valor, se acercó a Jacob. “No podemos esperar a que vengan a atacarnos. Debemos ser proactivos. Haremos una reunión con los otros rancheros. Juntos, somos más fuertes.” Jacob asintió, sintiendo que la determinación de Sarra lo llenaba de valor.

Capítulo 10: La Reunión de Rancheros

La reunión se llevó a cabo en el salón de Sarra. Los rancheros de la zona llegaron, unos con expresiones de preocupación y otros con escepticismo. “No podemos permitir que Blackwood nos intimide,” comenzó Sarra, su voz resonando en la sala. “Si nos unimos, podemos proteger nuestras tierras y nuestras familias.”

Algunos rancheros dudaban, pero Jacob se puso de pie. “Sarra tiene razón. Si no nos unimos, perderemos todo lo que hemos construido. Debemos estar listos para luchar por lo que es nuestro.” La sala se llenó de murmullos, y poco a poco, la determinación comenzó a crecer entre los presentes.

Capítulo 11: Preparativos para la Batalla

Con el apoyo de los rancheros, comenzaron a hacer preparativos. Sarra organizó a los hombres y mujeres para que se entrenaran en el uso de armas y tácticas de defensa. Jacob se encargó de reforzar las defensas del rancho, asegurándose de que cada entrada estuviera protegida.

Los días se convirtieron en semanas, y la tensión aumentaba a medida que se acercaba el momento del enfrentamiento. La comunidad se unió más que nunca, y la leyenda de los gigantes de Dos Picos se convirtió en un símbolo de esperanza y resistencia.

Capítulo 12: El Enfrentamiento Final

Finalmente, llegó el día del enfrentamiento. Blackwood y su grupo de pistoleros llegaron al rancho, confiados en que podrían arrebatarles lo que consideraban suyo. Pero esta vez, Jacob y Sarra estaban listos. Con su comunidad a su lado, se prepararon para defender su hogar.

La batalla fue feroz. Los disparos resonaron en el aire mientras ambos bandos luchaban por sus vidas. Sarra, con su imponente figura, se movía con agilidad, disparando con precisión y alentando a los demás a seguir luchando. Jacob, a su lado, lideraba a los hombres con valentía.

Capítulo 13: La Victoria

Después de una intensa lucha, la comunidad logró repeler a los atacantes. Blackwood, humillado y derrotado, tuvo que retirarse con sus hombres. La victoria fue celebrada con júbilo, y la comunidad se unió en una gran fiesta para conmemorar su triunfo.

Sarra y Jacob, agotados pero felices, se miraron con amor y orgullo. Habían enfrentado juntos todos los desafíos, y su amor solo se había fortalecido. “No solo hemos defendido nuestro hogar, sino que hemos demostrado que juntos somos invencibles,” dijo Sarra, sonriendo.

Capítulo 14: Un Futuro Brillante

Con el tiempo, el rancho Dos Picos se convirtió en un lugar próspero y respetado en la comunidad. Jacob y Sarra continuaron trabajando juntos, criando a sus hijos y enseñándoles los valores de la familia, la lealtad y la valentía. La historia de los gigantes del rancho se convirtió en leyenda, y su amor perduró a través de los años.

La gente de Silver Gulch hablaba de Sarra y Jacob con admiración, recordando cómo habían superado las adversidades y habían construido una vida juntos. “Porque lo que para otros era defecto, para mí siempre fue ventaja,” solía decir Sarra, mientras levantaba un ternero al hombro como si fuera un costal de harina.

Capítulo 15: El Legado de los Gigantes

Años después, cuando sus hijos crecieron y comenzaron a formar sus propias familias, Jacob y Sarra miraban con orgullo cómo su legado continuaba. La comunidad, unida y fuerte, seguía prosperando, y la historia de los gigantes de Dos Picos se contaba a nuevas generaciones.

La vida en el rancho seguía siendo un desafío, pero cada día era una nueva oportunidad para aprender y crecer. Jacob y Sarra, con su amor inquebrantable, demostraron que no importa cuán grandes sean los obstáculos, siempre hay un camino hacia adelante.

Así, en el rancho Dos Picos, dos gigantes vivían felices, trabajaban duro y criaban a sus hijos para que fueran aún más altos de cuerpo y de alma. Su historia se convirtió en un símbolo de esperanza y perseverancia, recordando a todos que el amor verdadero puede superar cualquier adversidad.

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