Frida Kahlo y el momento en que su revolución, su dolor y su vida entera fueron reducidos a un chisme de mercado, y cómo se negó a ser juzgada por un México que no la merecía.
Ciudad de México, 15 de octubre de 1947 – La icónica pintora mexicana Frida Kahlo, célebre por sus autorretratos cargados de dolor y su espíritu indomable, dejó a la multitud boquiabierta al protagonizar un enfrentamiento verbal durante un discurso público en el Zócalo de la Ciudad de México, donde fue interpelada por la periodista Carla Gutierrez. La confrontación estalló cuando Carla cuestionó las posturas políticas y religiosas de Kahlo, acusándola de contradicciones entre su militancia comunista, su rechazo a la Iglesia Católica y las críticas por su vida personal, que algunos tildan de hipócrita y de doble cara, convirtiendo un acto para apoyar la educación pública en un espectáculo dramático que ha encendido los corrillos de la capital.
De Artista Rebelde a Provocación Incendiaria
El evento comenzó con la presencia magnética de Kahlo, quien, a pesar de su frágil salud, subió al templete del Zócalo para pronunciar un discurso apasionado sobre la necesidad de una educación laica y gratuita, respaldada por su militancia en el Partido Comunista Mexicano. Carla, una periodista conocida por su columna en El Universal y su estilo incisivo, se encontraba entre la multitud y aprovechó un momento de preguntas para lanzar un dardo envenenado, impregnado de referencias a las controversias de Kahlo:
“Frida, eres un símbolo de México—tus cuadros, tu lucha—but algunos dicen que tu rebeldía es puro teatro, como si usaras el comunismo y tu desprecio por la religión para tapar una vida llena de contradicciones. ¿Es la verdadera Frida tan pura como tus discursos, o hay una máscara detrás de esos autorretratos?”
Kahlo, apoyada en su bastón y con su mirada penetrante, mantuvo la compostura y respondió con su característico tono firme:
“Elena, mi arte y mi vida son uno solo. Pinto mi dolor, mi México, mi lucha. Soy comunista porque creo en un mundo sin opresión, y mi corazón no se arrodilla ante dogmas ni altares. La gente que me quiere lo sabe: soy real, con todo y mis cicatrices.”
Sin inmutarse, Carla insistió, con un tono astuto pero provocador, aludiendo a las críticas sobre las posturas políticas y religiosas de Kahlo, así como a su vida personal:
“Órale, pero hablemos de esa ‘realidad’. Eres comunista, pero vives rodeada de lujos con Diego Rivera, mientras predicas igualdad. Criticas a la Iglesia, diciendo que es una farsa que oprime a México, pero hay quienes te acusan de hipócrita por tus amoríos—con hombres, mujeres, hasta Trotsky—mientras sigues con Diego. En un país católico y patriota, ¿no te preocupa que te vean como una doble cara que juega con los valores mexicanos?”
La Indignación Creciente de Kahlo
La multitud en el Zócalo contuvo el aliento mientras los ojos de Kahlo destellaban de furia, claramente herida por la referencia a su vida personal y sus creencias. Kahlo, una conocida atea, había criticado públicamente a la Iglesia Católica por su influencia opresiva en México, como se documenta en sus cartas y en entrevistas en Excélsior de los años 40, donde llamó a la religión “una cadena para el pueblo”. Su militancia comunista y su relación con figuras como León Trotsky, junto con su matrimonio tumultuoso con Rivera y rumores de affairs con figuras como Josephine Baker, alimentaron acusaciones de hipocresía, según reportes en La Jornada y chismes en X. Kahlo se acercó al borde del templete, con la voz temblando de indignación:
“¡Eso es un golpe rastrero, Elena! Mi comunismo no es un disfraz: vivo por un México libre, aunque me cueste la salud. Critico a la Iglesia porque ha mantenido a mi pueblo en la ignorancia, mientras curas y caciques se llenan los bolsillos. ¿Mis amoríos? Mi corazón es mío, no tuyo ni de México. Diego y yo somos reales, con todo y nuestro caos. No estoy aquí para ser santa, sino para ser libre. ¡No estás preguntando, estás tirando lodo pa’l chisme!”
Carla, con una sonrisa desafiante, redobló la apuesta con un tono mordaz:
“Neta, solo digo lo que se murmura en las fondas. Eres un ícono, pero tu comunismo—cenando con ricos en Coyoacán—y tus pullas a la Iglesia—en un México que reza a la Virgen—hacen que algunos te vean como una farsante. Y luego, tus amoríos con Trotsky y quién sabe quién más, mientras Diego te pinta como mártir. ¿Es la verdadera Frida una revolucionaria, o una actriz que juega a dos bandas?”
La tensión se disparó cuando las palabras de Carla tocaron la narrativa de Kahlo como una figura de doble cara, amplificada por rumores en X que critican su “lujo comunista” y su vida amorosa escandalosa sobre temas sociales relacionados con su fe. Kahlo, con el rostro enrojecido, alzó su bastón como señal de desafío:
“¡Estás cruzando el límite, Elena! Mi vida es mi lienzo: el dolor de mis huesos, el amor por México, la lucha contra el yanqui y la hipocresía. No vivo para los ricos ni para los santos, que me para los jodidos que no tienen voz. ¿Mis amoríos? Son míos, no tuyos. Si México me quiere, que me quiera rota, no santa. ¡Esto no es una broma, es un linchamiento pa’l escandaloso!”
El Punto de Quiebre: Furia Desatada
Carla, implacable, siguió, con un tono que mezclaba provocación y curiosidad:
Vamos, Frida, la gente está intrigada. Eres México en tus cuadros, pero tu comunismo, tus pullas a la religión, tus amoríos—hacen que algunos digan que tu ‘revolución’ es puro show. Dicen que hablas de igualdad pero vives como reina, que criticas a la Iglesia pero te vistes de tehuana como si rezaras. ¿No te preocupa que tu legado quede opacado por estas contradicciones?”
Ese fue el punto de quiebre. Kahlo, con lágrimas de rabia en los ojos, gritó al micrófono, silenciando a la multitud:
“¡Esto es una infamia! Vine a hablar de educación, de México, no a que me crucifiquen por mi vida o mis creencias. He pintado mi alma—La Columna Rota, Diego y Yo—y he dado mi cuerpo por la revolución. No soy santa ni hipócrita, soy Frida, ¡carajo! No dejaré que me reduzcas a un chisme de mercado. ¡Búscate a otra pa’ tu circo, Elena!”
En un gesto dramático, Kahlo arrojó el micrófono al suelo, descendió del templete con ayuda de sus acompañantes y se alejó entre la multitud, gritando: “¡Viva México, pero no su hipocresía!” Carla, desconcertada, intentó suavizar el momento con una broma: “¡Órale, parece que Frida nos pintó un mural de fuego!” Pero la atmósfera cargada permaneció mientras los asistentes murmuraban y algunos grababan el incident.
Clamor Público y la Respuesta de Kahlo
El incidente desató una tormenta inmediata en los mercados, fondas y corrillos de la Ciudad de México, con opiniones divididas que se trasladaron a las páginas de El Universal y La Jornada. Los partidarios de Kahlo acudieron en su defensa, elogiando su valentía y condenando a Carla por lo que muchos calificaron como un ataque cruel a su carácter. Los admiradores destacaron sus autorretratos como Sin Esperanza y su lucha por los derechos de las mujeres y los indígenas, argumentando que el enfoque de Carla en su vida personal y creencias fue explotador y reductivo, como se vio en editoriales de Excélsior.
Sin embargo, los detractores señalaron rumores en cafés y cartas al editor que critican a Kahlo por su “comunismo de salón” y su rechazo a la fe católica, acusándola de hipocresía por vivir con lujos en la Casa Azul mientras predica igualdad, y por su vida amorosa que desafía las normas mexicanas, según Milenio. Algunos citaron su relación con Rivera, marcada por infidelidades mutuas, como prueba de una “doble moral”. La controversia reavivó debates sobre si Kahlo es un símbolo genuino de México o una figura que juega con los valores tradicionales para su fama.
Días después, Kahlo respondió en una carta publicada en La Jornada:
“Mi México, mi pueblo: no soy santa ni traidora. Pinto mi verdad, amo sin cadenas y lucho por un mundo sin opresión. Mi fe es la vida, no los altares. Gracias a quienes me quieren rota, no perfecta. ¡Viva la libertad!”
Carla defendió su postura en su columna de El Universal: “Preguntamos lo que México murmura. Frida es un genio, pero las verdades duelen. Le deseamos fuerza.”
Una Conversación Más Amplia
El enfrentamiento en el Zócalo ha sacudido la imagen de Kahlo como ícono intocable de México, desencadenando un debate más amplio sobre la autenticidad de las figuras públicas, el peso de la fe y la política en México, y la ética de cuestionar la vida personal en el espacio público. ¿Fue la indagación de Carla, con su referencia a las posturas políticas y religiosas