“FINGE QUE ERES MI ESPOSA FRENTE A TODOS,” ORDENÓ EL MILLONARIO A LA JOVEN…

Finge que eres mi esposa frente a todos”, ordenó el millonario a la joven. Beatriz Guevara nunca imaginó que aceptar un trabajo de camarista en un hotel de cinco estrellas en la ciudad de México cambiaría su vida para siempre. A sus 24 años había dejado su natal Puebla apenas 6 meses atrás, cargando nada más una maleta y el sueño de estudiar administración.

El sueldo en el hotel presidente intercontinental apenas alcanzaba para pagar la renta de su pequeño departamento en la colonia Roma Norte, pero era honesto y le daba esperanzas de un futuro mejor. Esa mañana de marzo el aire estaba fresco y el cielo azul típico del Valle Mexicano, anunciaba un día común. Beatriz organizaba las toallas en el carrito cuando escuchó pasos apresurados en el pasillo del 15to piso. Disculpe, señorita.

Anu, una voz masculina, la llamó en español con un acento refinado propio de las colonias elegantes de la capital. Ella se dio la vuelta y se encontró con un hombre alto de cabello castaño, con ligeras canas en las cienes y ojos oscuros intensos. Vestía un traje azul marino impecable y cargaba un portafolio de piel que parecía valer más que 3 meses de su sueldo. Sí, señor.

¿En qué puedo ayudarlo? respondió Beatriz, acomodándose nerviosamente el uniforme. “Me llamo Fernando Navarro. Necesito tu ayuda con algo fuera de lo común.” Miró a su alrededor como asegurándose de que estaban solos. “¿Puedo hablar contigo en privado? Es urgente.” Beatriz dudó. Fernando parecía tener unos 42 años y había algo en sus ojos que transmitía una mezcla de desesperación y determinación.

No parecía peligroso, solo desesperado. Claro, pero no puedo tardar mucho. Tengo otros cuartos que limpiar. Fernando la llevó a una pequeña sala de estar al final del pasillo, reservada para huéspedes especiales. Cerró la puerta con cuidado y se volvió hacia ella. Lo que voy a pedir te puede sonar extraño, pero necesito tu ayuda.

Respiró hondo. Mi familia está organizando una reunión esta noche. Será en el restaurante Pujol en la colonia Polanco. Es complicado de explicar, pero necesito que alguien finja ser mi esposa frente a ellos. Beatriz abrió los ojos de par en par. ¿Cómo que finja, señor Navarro? Ni siquiera lo conozco. Lo sé, lo sé.

Suena a locura. Fernando se pasó la mano por el cabello. Mi familia tiene expectativas muy específicas sobre mi vida personal. Creen que estoy casado desde hace 2 años. Yo dejé que lo creyeran para evitar que me presionaran todo el tiempo con lo del matrimonio y los hijos. ¿Y por qué me lo pides a mí? ¿Hay agencias para ese tipo de cosas? ¿No? preguntó Beatriz genuinamente curiosa.

Necesito a alguien auténtica, alguien que mi familia no conozca y que no forme parte de sus círculos sociales. Fernando sacó una cartera del bolsillo. Te pago 5000 pesos por la noche, solo una cena, unas horas. Solo tienes que sonreír, ser amable y fingir que me conoces bien. 5000 pesos. era más de la mitad de su sueldo mensual.

 

 

Con ese dinero, Beatriz podría pagar las colegiaturas atrasadas de la universidad y aún le sobraría para comida el próximo mes. ¿Por qué debería confiar en usted? Preguntó cruzando los brazos. Fernando la miró a los ojos y por primera vez desde que empezó la conversación ella vio una vulnerabilidad genuina en su rostro. Porque estoy siendo honesto contigo desde el principio.

Podría haberme inventado una historia, pero elegí decirte la verdad. Extendió la mano Fernando Navarro. Soy dueño de una empresa de tecnología. Tengo 42 años. Nunca me he casado y mi familia piensa que soy un fracaso personal por eso. Beatriz miró la mano extendida, luego su rostro. Había algo sincero en su expresión que la conmovió. Beatriz Guevara. dijo estrechando su mano.

24 años, estudiante de administración y al parecer tu nueva esposa temporal. Fernando sonrió por primera vez y Beatriz notó como eso transformaba por completo su rostro. Entonces, ¿aceptas? Acepto. Pero con condiciones. Beatriz enderezó los hombros. Nada de contacto físico más allá de un apretón de manos o tomar del brazo.

Me recoges a las 7 de la noche y me traes de vuelta sana y salva. Y si alguien hace preguntas muy personales sobre nuestro matrimonio, tú cambias el tema. Perfecto. Te recojo a las 7. Fernando anotó la dirección que ella le dio en un papel. Y Beatriz, gracias, no sabes el alivio que me das. Shi.

Cuando él salió de la sala, Beatriz se quedó sola mirando la tarjeta de presentación que le había dejado. Fernando Navarro, CO Texol, México. Abajo, la dirección de una empresa en la prestigiosa Torre Reforma. Por primera vez en meses, se preguntó si no estaba metiéndose en algo mucho más grande de lo que imaginaba.

A las 7 en punto, un Mercedes-Benz negro se detuvo frente al modesto edificio donde vivía Beatriz, en la calle Álvaro Obregón. Ella había elegido un vestido azul marino sencillo, prestado por su vecina, y unos zapatos bajos negros que compró en una tienda departamental durante el descanso del almuerzo.

Fernando bajó del coche y le abrió la puerta, impecable en un traje gris oscuro. “Estás hermosa”, dijo con sinceridad. Y Beatriz sintió un calor subirle al rostro. Gracias. Espero que sea adecuado para el restaurante. Está perfecto. Fernando la ayudó a subir al coche. Durante el camino te contaré sobre mi familia para que no te agarren desprevenida.

Mientras navegaban por el tráfico de la Ciudad de México, rumbo a Polanco, Fernando explicó, “Mi papá, Roberto Navarro, tiene 70 años. es dueño de varias empresas de construcción y es, digamos, tradicional. Cree que un hombre de mi edad ya debería tener esposa y por lo menos dos hijos. Hizo una pausa. Mi mamá, Carmen, tiene 68 años.

Es más amable que mi papá, pero igual de preocupada por mi vida personal. ¿Y tienes hermanos?, preguntó Beatriz ajustando el cinturón de seguridad. Sí, mi hermana Lucía tiene 38 años, está casada con Diego y tienen dos hijos pequeños. Siempre ha sido la hija modelo. Había un dejo de amargura en su voz. Y mi hermano menor, Carlos, tiene 35 años.

Es soltero, pero lleva 5 años con la misma novia. Aún así, la presión siempre cae sobre mí por ser el mayor. Beatriz observó el perfil de Fernando mientras conducía. Había una tensión en sus hombros que no había notado antes. ¿Por qué nunca te casaste de verdad? Preguntó suavemente. Fernando guardó silencio un momento con los ojos fijos en el tráfico.

Tuve una relación seria a los 35 años. Duró 3 años. Ella quería casarse, tener hijos. Yo creía que también quería eso. Pero cuando llegó el momento de dar el siguiente paso, me di cuenta de que estaba con ella porque era lo que todos esperaban de mí, no porque fuera lo que realmente deseaba.

¿Y qué deseabas tú? Libertad para construir mi empresa sin presiones familiares. Tiempo para descubrir quién era realmente fuera de las expectativas de los demás. La miró rápido. Suena egoísta. Suena honesto”, respondió Beatriz. “Mejor eso que un matrimonio infeliz.” Fernando sonríó. “Ahora entiendo por qué te elegí para esto.

” Llegaron al Pujol, uno de los restaurantes más reconocidos de la ciudad, ubicado en Tenison. El lugar desprendía sofisticación con su decoración minimalista y ambiente íntimo. “Última oportunidad para echarte para atrás”, dijo Fernando tomándole la mano suavemente. “No me voy a rajar ahora”, respondió Beatriz sorprendida por su propia determinación.

La familia Navarro ya estaba reunida en una mesa privada en el fondo del restaurante. Roberto Navarro era un hombre imponente de cabello completamente blanco y postura recta. Carmen era elegante, con cabello castaño, bien cuidado y una sonrisa cálida. Lucía, la hermana, tenía rasgos delicados y ojos observadores.

Carlos, el hermano menor, era más bajo que Fernando, con un aire jovial y simpático. Fernando. Carmen se levantó de inmediato y abrazó a su hijo. Y esta debe ser nuestra querida Beatriz. El corazón de Beatriz latió más rápido. Era la primera vez que alguien la llamaba querida en ese contexto. Sí, mamá.

Ella es mi esposa, Beatriz Guevara de Navarro”, dijo Fernando, poniendo la mano suavemente en su espalda. “Es un gusto conocerlos por fin”, dijo Beatriz con la voz más natural de lo que esperaba. Fernando habla mucho de ustedes. Roberto le dio un apretón de manos firme. El gusto es nuestro, hija. Por fin conocemos a la mujer que conquistó el corazón de nuestro Fernando. Har. Durante la primera hora todo fluyó bien.

La charla fue sobre temas generales: el restaurante, el clima, las novedades de la ciudad. Beatriz logró responder las preguntas básicas sobre su matrimonio con Fernando, inventando detalles sobre cómo se conocieron en una conferencia de negocios y su luna de miel, un viaje tranquilo a Tulum.

Pero entonces Lucía hizo la pregunta que lo cambiaría todo. Beatriz querida, ¿para cuándo nos van a dar sobrinos? Ya llevan dos años casados. El silencio en la mesa fue casi palpable. Beatriz sintió todas las miradas sobre ella y por un momento no supo que responder. Fue entonces cuando Fernando, sorprendentemente le tomó la mano y dijo, “La verdad es que tenemos una noticia que compartir con ustedes.

” Beatriz lo miró alarmada, sin idea de a dónde quería llegar con eso. El corazón de Beatriz se detuvo por un segundo cuando Fernando le apretó la mano bajo la mesa. No tenía ni idea de qué iba a anunciar. Y el miedo a que fuera algo que no pudiera respaldar la hizo temblar ligeramente. Nosotros, comenzó Fernando mirándola directamente a los ojos, estamos intentando tener hijos, pero decidimos no hablar de eso hasta estar completamente seguros. Es algo muy personal para nosotros.

La respuesta fue perfecta. Beatriz sintió una ola de alivio y al mismo tiempo admiración por la rapidez con la que pensó. Carmen aplaudió suavemente. Ay, qué maravilla. No se preocupen por presiones, queridos. Esas cosas pasan cuando es el momento. Roberto levantó su copa de vino.

Entonces, brindemos por la esperanza de futuros nietos. Durante el brindis, Beatriz notó que Fernando temblaba ligeramente. La mentira le estaba pesando más de lo que imaginaba. El resto de la cena transcurrió más tranquilo con la familia compartiendo historias y recuerdos.

Beatriz descubrió que Fernando había sido un joven rebelde que casi abandonó los estudios para ser músico a los 20 años y que solo volvió a los negocios familiares después de una charla seria con su papá. Él tocaba guitarra en bares de la zona rosa con tocarlos riendo. Nuestros papás se volvieron locos cuando se enteraron. “Todavía tocas”, preguntó Beatriz genuinamente interesada.

A veces en casa cuando necesito relajarme”, respondió Fernando un poco sonrojado. Eran casi las 10 de la noche cuando la familia comenzó a despedirse. Carmen abrazó a Beatriz con cariño. “Fue un gusto conocerte, querida. Espero que podamos vernos más seguido. ¿Qué tal un almuerzo solo nosotras la próxima semana?” El pánico regresó a Beatriz.

Yo estaría genial, pero ando muy ocupada con el trabajo. Beatriz trabaja en una empresa de consultoría, intervino Fernando rápidamente. Sus proyectos son muy intensos. Qué lástima, dijo Carmen sin sospechar nada. Entonces, tal vez el próximo mes. En el camino de regreso a casa, el coche estaba en silencio.

Fernando parecía perdido en sus pensamientos y Beatriz no sabía si debía decir algo o solo esperar. Finalmente, cuando estaban parados en un semáforo en la avenida Insurgentes, ella rompió el silencio. ¿Por qué hiciste eso? ¿Qué? Preguntó Fernando, aunque sabía perfectamente a qué se refería. Lo de que estamos intentando tener hijos, podrías haberte echado para atrás.

Fernando suspiró pesadamente porque en el momento en que escuché la pregunta de mi hermana y vi la expectativa en los ojos de mis papás, me di cuenta de lo complicada que se está volviendo esta farsa. La miró y también me di cuenta de lo natural que fue todo contigo, que por unos momentos hasta yo creí que de verdad éramos casados.

Beatriz sintió algo extraño en el pecho, una sensación que no podía identificar. ¿Qué va a pasar ahora? Tu mamá quiere almorzar conmigo. Tu familia espera vernos juntos. Lo sé. Fernando estacionó frente a su edificio. No pensé en eso antes de pedirte esto. Fue egoísta de mi parte. Se quedaron en silencio un momento hasta que Fernando continuó.

Beatriz, ¿puedo hacerte otra pregunta? Y esta vez tienes todo el derecho de decir que no. Pregunta. Mi familia está organizando una fiesta para celebrar los 45 años de la empresa de mi papá. Será el próximo sábado en su casa en las lomas. Esperarán que estés ahí. Respiró hondo.

Sé que es mucho pedir, pero te animarías a ir conmigo. Te pago el doble de lo de hoy. 10,000 pesos. Beatriz hizo cuentas. rápidamente era el equivalente a su sueldo mensual completo. ¿Por qué no contratas a una actriz profesional? ¿Alguien más adecuada para este tipo de cosas? Fernando la miró directo a los ojos.

Porque tú no eres actriz, Beatriz, eres real. Y por primera vez en años cuando mi familia me miró esta noche, vi orgullo en sus ojos. No porque sea exitoso en los negocios, sino porque creyeron que había encontrado a alguien especial. Dime de qué ciudad y país estás viendo este video. Voy a leer todos los comentarios. Beatriz sintió el corazón acelerarse.

Había algo en la voz de Fernando, una vulnerabilidad que nunca había visto en ningún hombre antes. Y si alguien descubre la verdad, preguntó. Entonces enfrentaremos las consecuencias juntos respondió. Pero Beatriz, necesito que sepas, si aceptas, no será solo una noche más. Será el inicio de algo que podría cambiar nuestras vidas para siempre.

Mientras subía las escaleras de su edificio, Beatriz llevaba más que los 10,000 pesos en su bolsa. Llevaba la sensación de que su vida acababa de tomar un rumbo completamente nuevo y aún no sabía si era una bendición o una maldición. El sábado llegó más rápido de lo que Beatriz esperaba. Durante la semana había usado parte del dinero que Fernando le pagó para comprar un vestido adecuado para la fiesta.

Un modelo mid verde oscuro que resaltaba sus ojos castaños encontrado en una tienda de la zona rosa. Fernando la recogió a las 7 de la noche como prometió. Esta vez conducía un BMW convertible plateado y vestía un traje azul marino que parecía hecho a la medida. “Estás radiante”, dijo al verla. Y Beatriz notó que el comentario sonaba más sincero que Cortés. Gracias y tú estás muy elegante.

La casa de la familia Navarro en Las Lomas era imponente, una casona colonial mexicana con jardines bien cuidados y una vista panorámica de la ciudad. Coches de lujo estaban estacionados en la calle y meseros uniformados circulaban entre los invitados en el jardín trasero. ¿Cuánta gente hay? Preguntó Beatriz.

sintiendo una punzada de nerviosismo. Unas 60 personas, familia, amigos cercanos y algunos socios de mi papá. Fernando notó su ansiedad y puso la mano suavemente sobre la de ella. No tienes que hablar con todos, solo sé tú misma. La fiesta estaba en pleno apogeo cuando llegaron. Carmen Navarro llevaba un vestido bordó elegante y recibía a los invitados con la gracia de una anfitriona experimentada.

Roberto, en un traje beige clásico, platicaba animadamente con hombres de negocios cerca de la alberca iluminada. “Fernando, Beatriz.” Carmen se acercó de inmediato. “¡Qué bueno que llegaron! Vengan, quiero presentarlos con los tíos de Fernando. La siguiente hora pasó como un torbellino de presentaciones, sonrisas y pláticas superficiales.

Beatriz logró mantenerse en el papel inventando detalles sobre su vida profesional y su relación con Fernando cuando era necesario. Fue durante una pausa cuando Fernando fue a buscar bebidas que todo comenzó a complicarse. Tú eres la esposa de Fernando. Una voz femenina detrás de ella la hizo voltear. Era una mujer de unos 40 años, rubia, elegante, con un vestido negro que probablemente costaba más que el sueldo anual de Beatriz.

“Sí, soy Beatriz”, respondió extendiendo la mano. “Alejandra Morales”, dijo la mujer apretándole la mano con una sonrisa que no llegaba a los ojos. exnovia de Fernando, o mejor dicho, la mujer con la que casi se casa hace 5 años. El corazón de Beatriz dio un vuelco. Fernando no había mencionado a ninguna exnovia.

“¡Qué gusto conocerte”, logró decir Beatriz. “Gusto mío.” Alejandra dio un sorbo a su bebida. ¿Sabes? Me sorprendió cuando supe que Fernando se había casado. Siempre me dijo que no era hombre para el matrimonio. Decía que su libertad era más importante que cualquier relación. Beatriz sintió como si el suelo se moviera bajo sus pies.

Las personas cambian, ¿no? Claro que sí, sobre todo cuando encuentran a la persona indicada. Alejandra la estudió con ojos astutos. Dime, ¿cómo se conocieron exactamente? Fernando nunca fue muy claro cuando Roberto me contó de ustedes. Fue entonces cuando Beatriz se dio cuenta de que la estaban poniendo a prueba. Alejandra sospechaba algo.

Nos conocimos por el trabajo respondió Beatriz tratando de mantener la voz firme. Fue poco a poco una amistad que se convirtió en algo más profundo. Qué romántico. Alejandra sonrió fríamente. Y dime una cosa, ¿ferra para ti? Solía tocar para mí los viernes por la noche. Decía que era su forma de relajarse después de una semana pesada.

Beatriz recordó el comentario de Carlos en la cena, a veces, cuando está en casa. ¿Y dónde viven, por cierto? Fernando siempre soñó con una casa con vista al Chapultepec. La conversación se estaba volviendo un interrogatorio y Beatriz sentía que cada respuesta podía ser una trampa. “Nosotros preferimos mantener privada nuestra dirección”, dijo intentando sonar casual.

Alejandra estaba a punto de hacer otra pregunta cuando Fernando apareció a su lado con dos copas de champán. “Alejandra”, dijo y Beatriz notó la tensión inmediata en su voz. No sabía que estarías aquí. Roberto me invitó. ¿Sabes que nuestras familias siempre han sido cercanas? Miró entre Fernando y Beatriz. Estaba conociendo mejor a tu esposa, una joven encantadora.

No, Fernando le dio una copa a Beatriz y ella notó que su mano temblaba ligeramente. Alejandra, con permiso. Necesito presentar a Beatriz con otros invitados. Claro. Fue un placer, Beatriz. Estoy segura de que nos veremos pronto. Cuando Fernando y Beatriz se alejaron, él susurró, “¿Qué te dijo? Que fueron novios.

¿Por qué no me contaste eso?” Beatriz intentó mantener la voz baja, pero la irritación era evidente, porque no lo creí relevante. Terminamos hace 5 años. Ella sospecha algo, Fernando. Hizo preguntas muy específicas sobre nuestra vida. Fernando dejó de caminar y la miró. ¿Qué tipo de preguntas? ¿Sobre dónde vivimos? ¿Cómo nos conocimos? Si tocas guitarra. Beatriz respiró hondo.

Sabe que algo no está bien. En ese momento, Roberto Navarro se acercó con un micrófono en la mano. Atención, queridos amigos y familia. Su voz retumbó en el jardín. Quiero hacer un brindice especial esta noche, no solo por los 45 años de nuestra empresa, sino también para celebrar que mi hijo Fernando por fin encontró la felicidad en el matrimonio.

Todas las miradas se volvieron hacia Fernando y Beatriz. La gente comenzó a aplaudir y sonreír, esperando que se besaran como lo haría una pareja enamorada. Beatriz sintió el pánico apoderarse de ella. Fernando la miró con desesperación en los ojos. Estaban rodeados por 60 personas, incluida una exnovia sospechosa, esperando una demostración pública de amor.

Y en ese momento, Beatriz se dio cuenta de que no había marcha atrás. Tendría que besar a Fernando Navarro frente a toda su familia o todo se derrumbaría ahí mismo. El momento pareció eterno. 60 pares de ojos fijos en ellos, el micrófono aún en la mano de Roberto y el silencio expectante que flotaba sobre el jardín iluminado. Beatriz sintió que las piernas le temblaban, pero entonces pasó algo inesperado.

Fernando dio un paso hacia ella, puso suavemente la mano en su rostro y dijo en voz baja solo para que ella escuchara. Perdóname por todo esto. Y la besó. No fue un beso teatral ni forzado. Fue suave, respetuoso, pero cargado de una emoción que ninguno de los dos esperaba sentir. Por un instante, Beatriz olvidó dónde estaba. Olvidó que todo era una farsa. Había algo genuino en ese momento que la asustó y la encantó al mismo tiempo.

Los invitados aplaudieron y chiflaron. Roberto sonrió orgulloso y Carmen se limpió una lágrima en el rabillo del ojo. Solo Alejandra mantenía una expresión escéptica observando cada detalle. Cuando se separaron, Fernando y Beatriz se miraron por un segundo que pareció contener todas las palabras que no podían decir en público.

“Ahora sigan festejando”, anunció Roberto y las pláticas volvieron a la normalidad. Fernando tomó la mano de Beatriz y la llevó a una zona más apartada del jardín, cerca de una fuente de piedra decorativa. “Beatriz, yo” comenzó, pero ella lo interrumpió. Tenemos que hablar en serio.

Su voz era firme, pero Fernando podía ver la confusión en sus ojos. Esto ya se fue demasiado lejos. Lo sé, tienes razón. Fernando se pasó la mano por el cabello, un gesto que Beatriz ya empezaba a reconocer como señal de nerviosismo. Cuando mi papá hizo ese anuncio, me di cuenta de lo absurdo de toda esta situación. “Tu exnovia sospecha algo?”, hizo preguntas que no supe responder bien. Beatriz miró a su alrededor, asegurándose de que nadie los escuchara.

Y ese beso, lo siento, no lo planeé, fue instintivo. No te disculpes por el beso, Fernando. Discúlpate por meterme en esta situación sin prepararme bien. Respiró hondo. Necesito saber qué más no me has contado de tu vida, porque si vamos a seguir con esta farsa, necesito saberlo todo.

Fernando la miró a los ojos y Beatriz vio que estaba tomando una decisión importante. Tienes razón. Vámonos de aquí. Te contaré todo, pero no puedo hacerlo aquí. Se despidieron de los papás de Fernando, inventando una excusa de que Beatriz tenía dolor de cabeza. Carmen insistió en que se llevara un té de manzanilla que siempre funcionaba y Roberto abrazó a los dos diciendo lo orgulloso que estaba de verlos juntos.

En el coche, Fernando condujo en silencio hasta llegar a un mirador en el cerro de Chapultepec, desde donde podían ver toda la ciudad iluminada. Eran casi las 11 de la noche y el aire estaba fresco. Alejandra y yo nos conocimos cuando tenía 30 años, comenzó Fernando, apoyado en el cofre del coche junto a Beatriz. Fuimos novios 3 años.

Ella quería casarse, tener hijos, la vida tradicional completa. Yo creía que también quería eso hasta el día en que me dio un ultimátum. O nos comprometíamos en 6 meses o terminábamos. ¿Y qué hiciste? Terminé con ella. No porque no la quisiera, sino porque me di cuenta de que estaba intentando ser alguien que no era solo para cumplir con las expectativas de todos. Fernando miró las luces de la ciudad.

Fue la primera vez que decepcioné de verdad a mi familia. Mi papá se enojó, mi mamá lloró, Lucía me llamó egoísta. Y ahí empezaste a mentir sobre tener esposa. No, de inmediato. Primero intenté enfocarme en el trabajo, construir mi propia empresa. Por dos años aguanté la presión constante de la familia sobre cuándo iba a arreglar mi vida.

Fernando sonrió con amargura hasta que hace un año, en un cumpleaños de mi mamá, ella empezó a llorar diciendo que nunca sería abuela por mi culpa. Fue cuando mentí por primera vez. Dije que estaba conociendo a alguien especial y la mentira fue creciendo. Exacto. En cada reunión familiar inventaba más detalles sobre mi novia.

Luego se convirtió en prometida, luego en esposa. Cuando me di cuenta, estaba atrapado en una red de mentiras tan complicada que no sabía cómo salir. Beatriz se quedó callada unos minutos procesando todo lo que había escuchado. Fernando, ¿te das cuenta de que esto no puede seguir para siempre, verdad? Tarde o temprano la verdad va a salir. Lo sé.

Y después de hoy, después de ver lo felices que estaban mis papás, después de sentir, se detuvo mirándola. Después de sentir que Después de sentir lo natural que fue estar a tu lado esta noche, lo fácil que fue imaginar que de verdad éramos casados. Fernando se giró para mirarla de frente. Beatriz, sé que es una locura, pero tú sentiste lo mismo.

El corazón de Beatriz se aceleró. Fernando, apenas me conoces. Soy camarista de hotel. Vengo de una familia humilde de Puebla. Estudio de noche en una universidad pública. Somos de mundos completamente diferentes. ¿Y qué? Fernando dio un paso hacia ella. Eres inteligente, valiente, auténtica. Lidiaste mejor con mi familia en dos encuentros que cualquiera que haya llevado a conocerlos.

Porque estaba actuando un papel. No, Beatriz, estabas siendo tú misma y por eso funcionó también. Beatriz sintió que las lágrimas se le acumulaban en los ojos. Esto es imposible, Fernando, cuando tu familia descubra quién soy en realidad, qué trabajo hago, de dónde vengo. Entonces, contemos la verdad.

La voz de Fernando sonó firme y decidida. Le diremos a mi familia que nos conocimos hace poco, que eres una persona increíble que estoy conociendo y que queremos ver a dónde nos lleva esto. Beatriz lo miró con incredulidad. ¿Hablas en serio? Completamente en serio. Fernando tomó sus manos entre las suyas.

Beatriz, en dos encuentros me mostraste más valor y honestidad de los que he tenido en los últimos 5 años. Si hay una posibilidad, por pequeña que sea, de construir algo real juntos, quiero intentarlo. Y si no funciona, ¿y si descubrimos que somos incompatibles, que de verdad somos de mundos muy diferentes? Entonces, al menos lo intentamos, al menos dejamos de vivir de mentiras y fingimientos. Fernando sonríó.

Además, ya conoces todos mis defectos. ¿Sabes que soy un cobarde que le mintió a su familia por un año entero? Beatriz no pudo evitar sonreír. Y tú sabes que soy una mujer práctica que aceptó fingir ser tu esposa por dinero. Y dos personas imperfectas intentando descubrir si pueden ser imperfectas juntas, dijo Fernando.

Suena a un buen comienzo. Beatriz miró la ciudad iluminada abajo, luego a Fernando. Había algo en sus ojos, una sinceridad que nunca había visto en ningún hombre antes. Si hacemos esto, dijo lentamente, lo hacemos bien, nada de mentiras, nada de fingimientos. Le contamos la verdad a tu familia sobre cómo nos conocimos de verdad y vemos cómo reaccionan.

Y si no lo toman bien, entonces descubriremos de qué clase de familia eres en realidad, respondió Beatriz. Una que te quiere por lo que eres o una que solo te acepta cuando eres lo que ellos quieren que seas. Fernando la atrajo hacia sí y la abrazó. No fue un abrazo teatral ni planeado, sino el abrazo de alguien que por fin había encontrado el valor para ser honesto. Gracias, susurró en su oído.

¿Por qué? Por ayudarme a dejar de mentir a mi familia y a mí mismo. Cuando se separaron, Fernando sostuvo el rostro de Beatriz suavemente. Puedo besarte otra vez. Esta vez no para una audiencia, sino porque de verdad quiero. Beatriz sonrió. Puedes, pero esta vez es Beatriz Guevara besando a Fernando Navarro, no la esposa fingida besando al marido de mentira. El segundo beso fue diferente al primero.

Fue el primer momento verdaderamente honesto entre ellos desde que se conocieron. Tres meses después, Beatriz ajustaba los últimos detalles de la mesa en el pequeño restaurante que Fernando había elegido en la zona rosa. No era el Pujol ni un lugar sofisticado de Polanco. Era un restaurante mexicano tradicional, sencillo y acogedor.

El tipo de lugar donde habían comenzado a verse de verdad en las últimas semanas. La familia Navarro llegaría en unos minutos para escuchar la verdad completa sobre cómo Fernando y Beatriz realmente se conocieron. “Nerviosa, preguntó Fernando sentándose a su lado. Aterrada”, admitió Beatriz. “¿Y tú también? Pero es una sensación diferente a la de antes. No es miedo a decepcionar a nadie, es miedo a lastimar a las personas que amo con la verdad.

Es un miedo más honesto”, dijo Beatriz tomando su mano. En los últimos tres meses se habían conocido de verdad. Fernando descubrió que Beatriz era aún más valiente y decidida de lo que imaginaba, trabajando y estudiando con una dedicación que lo inspiraba. Ella descubrió que él era más amable y vulnerable de lo que su posición social sugería.

un hombre que realmente se preocupaba por las personas a su alrededor, pero que se había perdido intentando ser quien todos esperaban que fuera. Habían tenido sus primeras peleas reales, sus primeras charlas difíciles sobre diferencias de clase social y expectativas de vida, pero también habían tenido momentos de conexión genuina que ninguno de los dos había experimentado antes.

Roberto y Carmen llegaron primero, seguidos por Lucía. Diego y sus hijos pequeños y finalmente Carlos. Todos parecían felices de ver a la pareja sin sospechar que sería una reunión muy diferente a las anteriores. “¡Qué bueno volver a reunir a la familia”, dijo Carmen abrazando a Beatriz con cariño.

“¿Cómo están? ¿Y cómo van los planes para los bebés?” Fernando y Beatriz se miraron. Era hora de empezar. Mamá, papá, todos ustedes”, comenzó Fernando con la voz un poco temblorosa. Los llamamos aquí porque necesitamos contarles algo importante sobre nuestra relación. La sonrisa de Carmen se desvaneció ligeramente. Todo está bien.

¿Tienen problemas? No exactamente problemas, intervino Beatriz. “Pero hay algo que necesitan saber sobre cómo nos conocimos de verdad.” Y entonces juntos contaron la verdad. Hablaron sobre la mentira inicial de Fernando de estar casado, sobre cómo le pidió a Beatriz que fingiera ser su esposa, sobre cómo todo comenzó como una farsa en el hotel presidente intercontinental. El silencio en la mesa fue ensordecedor cuando terminaron de hablar.

Roberto fue el primero en hablar. Nos mentiste por más de un año. Sí, papá, y lo siento mucho por eso. ¿Y tú? Roberto miró a Beatriz. ¿Aceptaste engañar a nuestra familia por dinero? Beatriz enderezó los hombros. Sí, señor, acepté. Necesitaba el dinero para la universidad y pensé que sería solo una noche.

No imaginé que se convertiría en esto. Carmen tenía lágrimas en los ojos. Fernando, ¿cómo pudiste hacernos esto? Estábamos tan felices. Pensamos que por fin habías encontrado la felicidad. Y la encontré, mamá, dijo Fernando tomando la mano de Beatriz. No como lo planeé, no como esperaba, pero la encontré.

Beatriz me enseñó a ser honesto conmigo mismo y con ustedes, por eso les estamos contando la verdad ahora. Lucía, que había estado callada, finalmente habló. Y ahora, ¿están juntos de verdad o esto también es mentira? Lo estamos descubriendo, respondió Beatriz con honestidad. Nos estamos conociendo de verdad desde hace tres meses. A veces es difícil, a veces es maravilloso, pero es real.

Carlos sorprendentemente empezó a reír. Hermano, siempre ha sido complicado, pero esto se pasó hasta para ti. Carlos, lo reprendió Carmen. No, mamá, déjame hablar. Carlos miró a Fernando. Fuiste un idiota por mentirnos, pero también entiendo por qué lo hiciste. La presión que te ponemos no es justa. Roberto se quedó callado por largos minutos procesando todo lo que había oído. Finalmente miró a Beatriz.

Señorita Guevara, ¿tú trabajas como camarista de hotel? Yo, sí, señor, y estudio administración de noche. ¿Y piensas seguir trabajando cuando termines la carrera? Sí, señor. Quiero construir mi propia carrera. Roberto asintió lentamente. Y tú, Fernando, ¿estás dispuesto a apoyarla en eso, aunque signifique que no siempre esté disponible para eventos familiares y compromisos sociales? Completamente dispuesto, papá. De hecho, admiro mucho su determinación.

Carmen se limpió las lágrimas y los miró a los dos. Nos lastimaron con esas mentiras, pero también desde hace cuánto no veíamos a Fernando tan tranquilo y feliz. Es cierto, coincidió Lucía, “En los últimos tres meses pareces más tú mismo, porque por fin estoy siendo yo mismo,”, respondió Fernando.

Roberto se levantó de la mesa y por un momento todos pensaron que se iba, pero caminó hacia Fernando y puso la mano en su hombro. Hijo, cometiste un error grave al mentirnos, pero nosotros también cometimos un error al presionarte para que vivieras la vida que queríamos para ti, en lugar de apoyar la vida que querías para ti mismo. Se giró hacia Beatriz.

Y tú, joven, mostraste valor al contarnos la verdad hoy, aunque sabías que podrías decepcionarnos. Eso dice mucho de tu carácter. Carmen se levantó y los abrazó a los dos. Si están descubriendo algo real juntos, entonces los apoyaremos. Pero por favor, nada más de mentiras. Si funciona, qué bueno. Si no, también está bien. Solo sean honestos con nosotros y con ustedes mismos.

6 meses después, Beatriz terminaba su graduación en administración en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su familia había viajado desde Puebla para la ceremonia. Sus papás, María y José y su hermana menor, Carmen. Fernando estaba en la audiencia junto a toda la familia Navarro, todos ahí para apoyar a la mujer que se había vuelto tan importante en su vida.

Cuando Beatriz subió al escenario para recibir su diploma, Fernando se puso de pie y aplaudió, orgulloso de la mujer valiente y decidida que conoció disfrazada de esposa temporal. Después de la ceremonia, las dos familias se reunieron en un restaurante sencillo cerca de la universidad. María Guevara, la mamá de Beatriz, platicaba animadamente con Carmen Navarro sobre recetas tradicionales. José Guevara y Roberto Navarro descubrieron que ambos eran fanáticos del fútbol y discutían acaloradamente sobre los equipos de la capital. ¿Quién iba a decir que mi hijo rebelde terminaría enamorado de una mujer más

sensata que él?”, comentó Roberto a José. riendo. “Mi hija siempre supo lo que quería”, respondió José. Cuando decidió venir a la capital, sabía que lo lograría. Solo no imaginé que encontraría un amor verdadero en el camino. Fernando y Beatriz se alejaron un poco del grupo caminando por la ciudad universitaria mientras el sol se ponía sobre la capital mexicana.

Entonces, licenciada Guevara”, dijo Fernando usando el título con cariño. ¿Cuáles son los planes ahora? Pues recibí una propuesta interesante de una empresa de consultoría, respondió Beatriz. Y tú, señor Navarro, ¿has pensado en contratar a una administradora recién graduada para tu empresa de tecnología? Fernando dejó de caminar y la atrajo hacia él. De hecho, tengo una propuesta mejor.

¿Qué propuesta? Fernando se arrodilló ahí mismo en medio del campus universitario y sacó una pequeña caja del bolsillo. Beatriz Guevara, empezaste fingiendo ser mi esposa. Ahora quiero pedirte, ¿te animarías a ser mi esposa de verdad? Beatriz miró el anillo sencillo y elegante, luego al hombre que había conocido en una de las situaciones más insólitas de su vida.

Fernando Navarro, dijo arrodillándose también para estar a su altura. Cuando me pediste que fingiera ser tu esposa, dije que sí porque necesitaba el dinero. Ahora digo que sí porque te amo de verdad. Cuando se besaron, esta vez no había público, no había presiones familiares, no había mentiras ni fingimientos. Solo había dos personas que habían aprendido que el amor verdadero puede empezar de las formas más improbables, pero solo florece cuando se planta en un terreno de honestidad y valor.

Un año después, la ceremonia de boda de Fernando y Beatriz fue sencilla y alegre celebrada en la Iglesia de San José en Puebla, la ciudad natal de Beatriz. No fue una fiesta lujosa en algún hotel de cinco estrellas de la Ciudad de México, sino una celebración íntima con las personas que realmente importaban para ellos.

Carmen Navarro y María Guevara se habían vuelto grandes amigas durante los preparativos de la boda, descubriendo que a pesar de las diferencias sociales, compartían los mismos valores sobre la familia y el amor. Roberto Navarro insistió en pagar toda la fiesta, no como una exhibición de riqueza, sino como una forma de mostrar que había aceptado completamente a Beatriz en la familia.

Durante la fiesta, Fernando tocó la guitarra en público por primera vez en años, cantando una canción mexicana tradicional para su nueva esposa mientras ella reía y lloraba al mismo tiempo. ¿Sabes? Dijo Beatriz Fernando mientras bailaban por primera vez como esposos.

Si alguien me hubiera dicho hace dos años que me casaría con un hombre que conocí, fingiendo ser su esposa, habría dicho que estaba loco. Y si alguien me hubiera dicho que encontraría el amor de mi vida pidiéndole a una desconocida que fingiera amarme, también habría pensado que era una locura”, respondió Fernando. “Pero a veces las mejores historias empiezan con las situaciones más improbables”, dijo Beatriz.

Y a veces fingir estar feliz es el primer paso para descubrir qué es la felicidad de verdad, completó Fernando. Mientras bailaban bajo las luces sencillas del salón comunitario de Puebla, rodeados por una mezcla de empresarios de la capital y trabajadores del campo, Fernando y Beatriz sabían que habían encontrado algo que no se podía comprar, fingir ni forzar.

habían encontrado un amor construido sobre la base más sólida posible, la verdad. A veces las historias más bonitas comienzan con las mentiras más complicadas, pero solo se vuelven verdaderamente hermosas cuando encontramos el valor para ser honestos con nosotros mismos y con quienes amamos.

Perdonar no cambia el pasado, pero puede transformar lo que viene después. Y volver a empezar no significa regresar al principio, es elegir un nuevo camino, esta vez con la persona indicada a nuestro lado.

Related Posts

Our Privacy policy

https://rb.goc5.com - © 2025 News